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lunes, 21 de marzo de 2016

ME LO CONTÓ EL VIENTO (Autora: LALY DBT)


No busques el principio ni el final; son el mismo punto.
Recuerda que la madre tierra gira. Silenciosa, lenta y cansada, va arrastrando con ella las esencias: tiempo, tierra, aire, agua... y una suave brisa, que a modo de pincel, lo mezcla todo y lo convierte en una estela de colores.
No percibes estos cambios, tan efímeros, tan eternos.
A mi me lo contó el viento, ése que nunca está quieto; amigo de recorrer mundos, de llevar historias y susurrar secretos.
Dice que conoció a aquél árbol solitario que rompía el horizonte cuando era fuerte, joven y sano.
Parecía un árbol inerte, pero cuánta vida vivió!.
Cuenta el chismoso viento que fueron muchos sus amantes.
Que vió cómo la primavera le regalaba un precioso vestido de flores, preñadas de esperanzas que nacieron sin dolor, cuando ya acechaba el verano.
A veces, venían a visitarle las nubes; le traían de regalo una fina lluvia que refrescaba sus hojas, renacían sus colores y pasaban una agradable tarde juntos, al aroma de la tierra mojada.
Recuerda también cuando el joven árbol, sin rubor, se dejaba desnudar por el otoño, que, aliado con su amigo el viento, arrancaba suavemente sus hojas, las mecía por el aire y las devolvía a la tierra a la que pertenecían... siguiendo el ciclo de la vida.
Todo era sencillo y natural. Ocurría por sí solo.
También me habló de otro pretendiente: el invierno. Éste le regaló un maravilloso abrigo de nieve. El árbol lo lucía majestuoso, aderezado a veces, con colgantes de hielo, regalo del frio; o con brillantes que el sol le prestaba, provocando destellos en aquél manto blanco.
Pero al viento, lo que más le gustaba eran sus trajes de noche. 
Le espiaba de lejos, cuando se vestía de plata en sus citas con la luna, o con un traje de cristal que el rocío le ponía en los amaneceres... hasta que el sol se lo quitaba, con un suave baño de calor, al bostezar el día.
Aquél tronco verde y joven, se fué haciendo robusto, cogió color de tierra, grietas de batallas, arrugas de cansancios... Y tan discretamente como vivió, le vió pedir un lecho a su tierra madre, recostarse sobre ella y descansar.
Con esa sencillez la vida dió paso a la muerte y ésta renació en otra vida, en un brote nuevo, ansioso ya, de probarse aquél vestido de flores, el abrigo de nieve o el traje de cristal de las auroras, herencia de su tronco padre, que ahora, haciendo masa con la tierra, reposa a sus pies, convertido en su sombra.
Todo se mezcló. Lo efímero se hizo eterno. Lo eterno renació. 
Ahora la hoja es árbol, el tronco es tierra, la lluvia es sabia, la tierra es agua, el aire es todo...
No busques el final, es el principio.
No busques el principio, ya va camino del final.

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