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jueves, 4 de julio de 2019

"EL CANTO DE LOS HILOS" (Autor: P.J. CHELMICK)

Maravilloso dibujo realizado por una anónima dibujante (a la que se le ha dado el nombre de Carla), para que sirviera de inspiración a la sección "poniendo historias" del mes de junio. El relato que a continuación podemos leer resultó ser el elegido por la autora de la ilustración entre varios enviados a la sección.


Las piedras aún no habían despertado en la resaca del riego que adecentaba el empedrado antes de que el amanecer se filtrara por las callejas, cuando las jaimas enarbolaron sus alerones multicolores, privando al incipiente sol de mostrarse sobre la plaza, ávidas de recibir en su sombra el glamour de los campos cercanos.
El chirriar de los ejes de los carros se podía sentir ya cercano, traspasados los fielatos que obligaban al diezmo de las mercaderías que acudían a la ciudadela.
Ápate desembocó en el mercado dejándose llevar por la marea de mercaderes, con su vetusto zurrón de lana y aquella maletina negra que siempre le acompañaba.
Buscó un espacio sombrío, su condición de pordiosero le impedía el confort de una sombría carpa. Se decidió por un sitio cercano a una pareja de contorsionistas, deducía que las artes de aquellos danzantes atraerían más público. 
Dejó con suavidad la maletina negra en el suelo, y con sumo esmero manipuló sus goznes.
Asteria abrió sus diminutos ojos azules, la luz, siempre le emocionaba la luz. Sintió como las manos de Ápate la extraían de aquel enmohecido sarcófago, se sintió viva una vez más.
Ápate le peinó su enriscada melena, alisó su corroído vestido blanco de paño, y con extrema delicadeza estiró sobre el suelo los hilos cosidos a su cabeza, a sus manos, a sus pies.
Asteria sabía que una nueva función iba a comenzar, un estado de excitación recorrió su cuerpo de trapo, no reconocía el lugar, nunca habían actuado en aquel mercado, y eso la intranquilizaba, no le agradaba que algo saliera mal en ningún primer debut.
Esperó a que el fondo de un largo raso negro la dejara a solas con el público, escuchó detrás de si la voz teatral de Ápate: "Señoras y Señores! Damas y Caballeros! Doncellas y escuderos! Acérquense a conocer el bello drama de la joven Asteria!
Asteria, de memoria, inició la danza marcada por el son de los hilos.
Todo pasó demasiado rápido...se sobresaltó cuando un fiero perro irrumpió entre en público, para, seguidamente, encogerse de pánico cuando las fauces del can se abrieron sobre su diminuto ser.
Se hizo la oscuridad.
Asteria sintió el desgarro de los hilos que siempre la acompañaban, atraída hacia un habitáculo visceral que la engullía. Entendió que debía poner en práctica todo aquello que había aprendido en decenas de años exhibiéndose en los feriales, si no quería perecer entre aquellas tripas rabiosas.
Hola! Soy Anubis, un excelente ejemplar, rojo mirlo, de Border Collie, un entusiasta perro de trabajo, que a diario me encargo de vigilar y recoger las ovejas de Gelos, mi simpático, atractivo, y despistado amo.
Hoy es domingo, hay mercado en el pueblo, y ambos nos estamos emperifollando, Gelos para cortejar a las tenderas que acuden de las aldeas cercanas; servidor, para presumir ante los canes callejeros que rastrean los puestos. Por ello mi amo se ha duchado en el tanque de lavar la ropa, se ha embadurnado de aceites que huelen unto requemado; a mi me ha cepillado exhaustivamente, y me ha puesto la reluciente correa de cuero repujado.
Guau! El mercadillo está repleto de titiriteros con motivo de la fiesta patronal, presiento que nos vamos a divertir.
Mi amo se ha hecho sitio ante el gentío que se arremolina frente a un telón de raso negro, tras el cual una voz de ultratumba narra el drama de la bella Asteria, a la que, unas manos invisibles, tienen atenazada con fuertes cuerdas.
¿Cordelitos a mi?, a un Border Collie acostumbrado a intimidar a los lobos hambrientos que osan procurar los corderos de mi amo?
¡Ni me lo pienso! Doy un decidido tirón que pilla desprevenido a mi amo y ha soltado la cadena con la que me lleva sujeto cuando bajamos al pueblo, sabedor de mi facilidad para escabullirme de su presencia en busca de aventuras inciertas.
Estoy libre y ansioso de liberar a la bella Asteria, aprisionada entre esos hilos que la manejan a su albedrío.
De un salto afronto la corta distancia que me separa de esta afrenta, mis afilados caninos rasgan los cáñamos que la prenden y protejo dentro de mi a la frágil y pequeña criatura.
A mi alrededor la gente deshace el semicírculo expectante, entre vocablos de atemorizada sorpresa. Gelos cae aturdido al golpearse con mi cadena cuando se lleva las manos a la cabeza, presa de horrorizado estupor.
Erguido sobre mis patas me siento el héroe del mercado. Mi entusiasmo da paso a un retador gruñido cuando, tras la tela negra, un harapiento hombrecillo aparece amenazante con un palo en ristre.
            De repente todo se convulsiona dentro de mi.
Anubis! Anubis!
Nos vamos al mercado!
Palabra mágica esta para mi Border Collie, un inteligente perro pastor velador de mi rebaño de ovejas.
Es el último domingo de mes, único día que acudo al pueblo, en busca de ciertos víveres y de ajenas pretensiones, aseado, de ropajes limpios y bien olido.
Debido a lo poco hecho a la convivencia con otros humanos, y muy dado a la trastada, motivadas ambas tesitudes por su estado de libertad en los campos, me veo obligado a llevar a Anubis sujeto de una molesta pero reluciente correa que aborrece.
Los puestos están repletos de exuberantes frutas, hortalizas frescas, prueba de ello los caracoles que ornamentan sus hojas; delicados enseres de cesterías y cerámicas; cachivaches de barro y utensilios de hojalata.
Remendadores, tachuelistas, mercachifles y toda arte de oficios y desoficios, se ven aderezados de un ingenioso colorido promovido por la imaginería de malabaristas, contorsionistas, trapecistas, y toda suerte de saltimbanquis.
Me detuve, y digo en pasado por el lapsus temporal que he padecido, ante una aglomeración de personas que prestaban atención a la narración del drama de la bella Asteria.
Ignoro cual fue la chispa que lo prendió en su interior, pero Anubis arrancó hacia el cajón de madera donde una deshilachada marioneta interpretaba al personaje, sin que yo anduviera vivo para sujetar la correa.
Ante la incredulidad de los presentes Anubis se abalanzó sobre la muñeca de trapo, desprendiéndose de los hilos que la sujetaban a la cruceta de madera que un invisible ser manejaba tras una tela de raso negro, y devorando a la frágil Asteria entre sus fauces.
Cuando he recuperado todos los sentidos, tras haberme golpeado con la cadena del chucho al llevarme las manos a la cabeza presa del pánico, un personajillo intenta amedrentar a Anubis con un palo de negrillo, éste se encara al hombrecillo con un gruñir retador.
Sucede entonces que Anubis parece dejar de ser dueño de sus movimientos, inicia unas variopintas cabriolas, impensables para un perro pastor: camina sobre una sola de sus patas delanteras, se muerde el rabo en una voltereta mortal, gira sobre los cuartos traseros en contorsiones imposibles...
La muchedumbre aplaude, el andrajoso hombrecillo de la marioneta arroja lejos el palo, se quita el sombrero y lo pasea entre la gente, sonriendo ante las monedas que caen en su interior.
Desde ese día, cada último domingo de mes, cuando las trompetilla del pregonero anuncia la apertura del mercado, Anubis se escapa al pueblo sin esperarme, me lo encuentro en el mercado haciendo el deleite de cuantos acuden, con sus cabriolas, brincos y corcovas
Intuyo que algo ajeno cobra vida en su interior.
Reconozco una pletórica felicidad en su mirada.
Nunca más se vio por el mercado, ni en el pueblo, al hombrecillo de la maletina negra.

(FOTOGRAFIA DE ALEJANDRO NEMONIO ALLER)

El autor del relato recibiendo de manos de la mantenedora  del encuentro "Cuento Cuentos Contigo", Julia Alvarez, el certificado acreditativo de relato elegido dentro de la sección "Poniendo Historias" del pasado día 14 de junio de 2019

lunes, 3 de junio de 2019

"LA CASA DE LOS CUENTOS" (Autora: Mª Dolores Martínez Lombó)

Mª Dolores Martínez Lombó leyendo su relato en el 4º aniversario de Cuento Cuentos Contigo
(Foto: Alejandro Nemonio Aller)

Dicen, cuentan, rumorean que un extraño viajero se aproxima a la ciudad conocida con el nombre Flor, Sublantia Flor. Ahora desciende por la colina y va pisando los frondosos bordes del río, lo atraviesa allí por donde lo hizo la Pícara más pícara, por la puente llamada del Castro…pero hacia dónde se dirige, qué busca, qué pretende…mueve insistentemente un manoseado plano, coloca sobre él una pequeña brújula, haciendo dudosos y sucesivos giros como para encarrilar sus pasos hacia una dirección concreta.

Llega a la plaza de una iglesia muy antigua, examina el entorno visualmente y al no encontrar respuesta, decide buscarla en un anciano lugareño. Con la mano le indica que tiene que coger la calle del medio. Toma, pues, el viajero las calles gremiales hasta llegar al antiquísimo poblado de los francos. Ya en la plaza de los álamos blancos que aún huele a cereal e incienso, olores que se mezclan con ecos de pregones medievales y castigos justicieros, nuestro viajero descubre en busca de qué ha venido a esta milenaria cuidad… busca ansiosamente la casa de los cuentos.

La casa de los cuentos, la casa de los cuentos… musita el sacristán respondiendo rotundamente: nunca he oído hablar de una casa así. Incrédulo el viajero insiste: no puede ser posible, vengo de lejanas tierras y sé, a ciencia cierta, que aquí la tengo que encontrar.

Queda pensativo el sacristán y por si las moscas, intenta resolver a su manera. Mire, cerca de aquí hay una gran biblioteca…puede ser que esa sea la casa de los cuentos.

Sin más tregua, el buscador de cuentos se dirige a la gran biblioteca allí descubre que hay muchos libros de todas las materias y clases, también hay cuentos bien ordenados, dispuestos a ser leídos según la normativa establecida. No, no es eso lo que él está buscando.

Sigue caminando hasta llegar a una acogedora buhardilla, donde le han contado que se trabaja con cuentos y libros, día sí y día también. Observa y pregunta a unos y a otros pero decide seguir, pronto comprueba que no es esto lo que está buscando…

Patea de lado a lado la ciudad sin perder la ilusión de cumplir con el objetivo que le había acercado hasta aquí. Su rostro empezaba a reflejar el cansancio y el desánimo, pero tanto había escuchado sobre el bullicioso hervidero literario que animaba a la ciudad, que le parecía imposible no encontrar con facilidad la casa de los cuentos.

Caminaba y pensaba…habré confundido el lugar, se preguntaba… no había más bibliotecas, ya no quedaban museos para preguntar… por casualidad topó con una especie de castillo que llamaban archivo de la historia, y dijo para sus adentros: tal vez sea aquí, aquí que se guarda toda la historia… pero nada de nada sobre la famosa casa.

Baja la escalinata del antiguo castillo, parece que tiene intención de salir por la antigua puerta que rematada con un arco permitía el paso de la cuidad a extramuros, pero no… decide ir paseando por un entramado de estrechas calles hasta llegar al monumental templo. Allí le sorprende un cruzado trasiego de viandantes, insignificantes a los pies de tan prestigioso y enorme gigante que ni con la mirada conseguía abrazarlo de una sola vez.

 Por eso, poco a poco, fue observando su considerable entorno. De repente, a la sombra de la antigua muralla, en el linde de los viejos arrabales aparece Eolo inflado por los acumulados vientos de la Tremolina, limpia con un tremendo soplo el polvo, la niebla y el vaho que impedían la nítida visión de nuestro viajero.

 En un paisaje de nuevos edificios, escasos árboles y multitud de vehículos consigue ver unos férreos y comprometidos cimientos que sujetan una construcción reciente, de cuatro años exactamente, que no es otra que su tan buscada casa de los cuentos… observa y ve… sus muros están construidos con alma, sus ventanas abiertas son de corazón, la techumbre se afianza con la palabra, la música, la fotografía y el arte.

El incrédulo viajero se acerca, boquiabierto comprueba que no necesita repujar pues no hay puerta. Llega a tiempo para la fiesta y a la vez encuentra la buscada casa de los cuentos, la casa que no necesita puerta…Entra, huele a café, a menta y a helado de fresa, se pone a contar, no utiliza grandes ni pomposas palabras, le basta con esa especial actitud que permite reflejar en el cristal de los ventanales su propio corazón.

 Moraleja Primera: Lo que te hace feliz se encuentra en lugares insospechados.

 Moraleja Segunda: La constancia es la mejor ayuda para conseguir un sueño. ¡¡¡Feliz cumpleaños Cuento Cuentos Contigo!!! .

 (María Dolores Martínez Lombó. León 11 de mayo de 2019)

viernes, 17 de mayo de 2019

"AHORA ENTIENDO" (Autora: Mª JOSÉ ALONSO LLAMAS)




(Relato leído por su autora en el 4º aniversario de Cuento Cuentos Contigo) 
(Foto tomada de la red)

Ahora lo entiendo todo, a hora entiendo porque siempre tu mirada estaba como perdida en otros mundos.
Ahora entiendo cuando me afirmabas resignado que no sabíamos valorar todo lo que la vida nos regala a cada instante.
Abuelo, ahora al cerrar los ojos te recuerdo cada vez que azuzabas la leña para que no se apagase la lumbre y me decías: ¡Hijo, todo lo que quema te hace mas fuerte, recuérdalo!.
Yo no lo entendía, ¡solo era un crio!, pero a día de hoy, después de encontrar la foto lo entiendo todo….
Hace poco volví al pueblo que te vio nacer y me contaron la historia de aquella foto en la que aparecía un niño con la cara sucia al lado de un perro pastor y rodeado de ovejas.
Y la mirada… la mirada de ese niño era tan tuya…. así que pregunté a la señora Tomasa ¿la recuerdas?, de tu quinta.
Si hubieses visto su cara al enseñarle la foto….. se echó las manos arrugadas por el paso del tiempo a la cara y comenzó a llorar…..
-          ¡Este! – dijo- ¡este, es Pedrito… tu abuelo!. Y me conto, vaya si me contó.
Fuiste un motril, abuelo, y nadie de la familia lo supo nunca. Tuviste que aprender a ser hombre cuando aún eras un niño. Te alimentaste a base de sopas los días que había mas fortuna y los que no, era el mendrugo  de pan el único bocado que incluso tenías que compartir con otros mas pequeños que tú.
Y ahora, abuelo, es ahora cuando entiendo que las cicatrices que tenías en la espalda no eran fruto de esa caída que nos contabas como anécdota. Ahora entiendo porque odiabas tanto las varas…. ¿Cómo fuiste capaz de aguantar?.
No quedaba otra, me contaba Tomasa.
Tus padres no podían hacerse cargo de tantas bocas y tú fuiste el elegido, el elegido para vivir una vida de sacrificio y trabajo duro, de jornadas interminables, de dormir entre pulgas y ratas una vida llena de silencio.
Ahora entiendo abuelo, y si, a ti te quemó la vida y a la vez te hizo mas fuerte…
Tenias razón, la vida nos regala a cada instante y tú fuiste mi mejor regalo, ahora lo entiendo.

martes, 19 de febrero de 2019

"ESPINAS EN EL CORAZÓN" (Autor: JUAN CARLOS GARCIA CRESPO)

 Foto propuesta para la sección "poniendo historias" del mes de febrero 2019
AUTOR: MARCELO OSCAR BARRIENTOS TETTAMANTI

Relato elegido para representar la fotografía de Marcelo
AUTOR: JUAN CARLOS GARCIA CRESPO

A Clara le gusta ayudarme en la cocina, coloca la mesa para las dos, luego arrima una silla a la encimera, sube y abre el microondas para meter su Cola cao y calentarlo lo necesario para que se deshagan los grumos. Esto le hace sentir mayor, a sus seis años demuestra ser mucho más adulta que cualquier mujer. Coge sus galletas de dibujos y prepara mi café; un día al sacarlo se abrasó los dedos, me gusta tan caliente que a veces cuando terminan los minutos el interior del aparato parece una erupción volcánica; así que, desde entonces, lo mete en el micro y me avisaba un poco después, -mami ya casi tienes tu coffi-. Nos sentamos las dos a la mesa a desayunar y, como siempre, miramos tras la ventana el paisaje, si llueve, hace viento o un sol radiante; observamos los pequeños animalitos que viven alrededor y si hay algo que decir lo decimos y si no, desayunamos absortas en el valle. Hoy Clara se fijó en un gorrión -que bonito es mami-, no era la primera vez que lo veíamos o hablábamos de él, todos parecen iguales pero nosotras sabíamos que era el mismo; cada día se posaba sobre los espinos ignorando al resto de pajarillos.

-          - ¿Y no se pincha?
-         -  No hija, son muy listos -le dije sin muchas ganas de hablar-.
-         - Pues con tantos pinchos alrededor nadie se te va a acercar.
-          -Tampoco se acercarán los depredadores.
-         - ¿Por qué se aísla?, hay cientos de pájaros por ahí. Sal.
-         -  Igual no me a apetece compañía.
-          - Ahí sólo se va a helar. Deberías quitar las espinas o tu corazón se va a congelar.
-         -  No es para tanto, los pájaros tienen plumas calentitas.
-          - ¿Y por qué no canta?
-          - Por qué va a cantar?.
-          - Por que si cantas tus miedos espantas; y tú tienes muchos.
-          - Los pájaros no tienen miedo a nada.
-         -  Entonces, ¿por qué te encierras en ti?
-          - Si te sientes segura en un lugar no tienes miedo de nada.
-          - Pero te escondes entre los espinos.
-          - Aquí tu padre no nos hará más daño.

La niña, muy curiosa, siguió preguntando. Eran tantas sus preguntas que apenas me di cuenta en que momento empezó a interrogarme. Fue tan sutil su cambio de conversación que tampoco supe en que momento empecé a hablar de mí y no del pájaro. Mirando al infinito a través de la ventana, agarrada a mí taza de café, ya helado, perdida en mis recuerdos, no supe si era mi hija o yo quién preguntaba, no distinguí si contestaba sus cuestiones o en voz alta argumentaba mis propias incógnitas intentando analizar mi vida. Clara seguía sacando entresijos de mí interior, lo hacia continuamente, cada día, con cada acción, raramente yo lo notaba pero ella intentaba ayudarme a alzar el vuelo y a volver a ser feliz.

Hacía rato que había dejado de ver el pájaro entre el alambre, aunque seguía allí. Sólo me veía a mí, indefensa, pequeña y frágil igual que el gorrión, rodeada de alambres, zarzas y espinos, donde nadie podía penetrar; donde yo no podía salir. No importa -pensé-, no podrán volver a hacernos daño.

Mi hija tiene razón, si cierras todas las puertas nadie puede entrar, pero tú tampoco puedes escapar. Toda la rabia y dolor del cuerpo hay que dejarlo marchar antes de que acabe pudriendo el alma. Su padre nos hizo tanto daño que no podía volver a tener fe en nadie, ni siquiera en esta casa de acogida, donde, hasta el momento, todos parecen tratarnos bien. Perdí la confianza en las buenas palabras, las buenas acciones y las buenas personas. Apenas salgo, apenas habló con nadie, sólo la tengo a ella, sólo Clara me conecta al mundo, parece no acordarse de nada, como si todo el dolor que vio hubiera sido un mal sueño. Una pesadilla de la que aún no he despertado.


martes, 5 de febrero de 2019

HOMENAJE A FLINN (TRES RELATOS)



Sección "PONIENDO HISTORIAS" (Diciembre 2018) cuyo protagonista fué Flinn el caracol, (mascota de nuestro colaborador Marcelo Oscar  Barrientos).
Dos cartas y un relato que junto junto con el seleccionado para representar la sección de este mes  (también publicado en este blog el día 21-1-2019, del escritor Juan Carlos Crespo) quisieron rendir un pequeño homenaje a nuestro pequeño Flinn, (que concluyo su ciclo vital recientemente), por habernos hecho disfrutar con sus divertidas aventuras. 



CARTA A FLINN 
 (Autora: JULIA ALVAREZ)

Estimado Flinn: 
Como no evocarte y homenajearte ahora que te has ido al paraíso de los caracoles, porque seguro que tenéis uno donde comer mucha hierba fresca y disfrutar sin prisas. Tú formas parte de este colectivo de cuenteros desde siempre. Creo que casi hemos nacido y crecido juntos. Contigo hemos vivido muchas aventuras, porque te has hecho muy famoso gracias a las fotos de uno de tus dueños, un tal Marcelo, fotógrafo, poeta, cuentero y a veces un poco diablillo, que nos ha enseñado como participabas de la Semana Santa, como te ibas a la playa, como vivías aventuras divertidas o como te iban fabricando un book fotográfico digno de una gran estrella. También hemos tenido noticia de que te han puesto sustitutos, ya sabes: “A caracol muerto, caracol puesto”. Les cogeremos mucha estima a Brócoli y Valentina, por supuesto, pero tú seguirás siendo por siempre nuestro admirado caracol Flinn. 
Recordarte me trae a la memoria mis correrías infantiles por mis añorados verdes prados asturianos cantando a multitud de caracoles que aparecían después de las lluvias para disfrutar de comida fresca aquella cancioncilla que decía: 
Caracol, col, col 
saca tus cuernos al sol 
que tu padre y tu madre ya los sacaron 
Caracol, col, col 
en cada ramita lleva una flor. 
Que viva la baba, de aquel caracol. 
Confieso que lo de la baba no lo recordaba, jajajaja. Y claro que los animamos a sacar los cuernos al sol, porque en Asturias, al menos en aquellos tiempos de mi infancia, en cuanto salía un poco el sol había que sacarlo todo: los cuernos, los brazos, los bañadores, las bicicletas, … porque un rayin de sol era un bien muy preciado y escaso. 
Te contaré que siempre os he admirado, con vuestra casa a cuestas, donde refugiarse cuando no os apetece ver a nadie, un lugar seguro, salvo de las pisadas de algún senderista que os manden por sorpresa al mencionado paraiso caraconil (ufff, me inventé un palabro jejeje). A mi me gustaria ir a así por la vida, con lo puesto, sin más, y de aquí para allá con tranquilidad, babeando por hierbas jugosas. Viviendo sencillamente y gozando de las cosas simples. Los seres humanos nos hemos vuelto demasiado complicados y vamos por la vida siempre corriendo, exigiendo, sin disfrutar de cada ratito de vida porque hay muchas cosas a nuestro alrededor que nos distraen y nos hacen perder la esencia. 
Flinn has tenido una buena vida terrenal. Has sido inspiración y también nos has provocado sonrisas y emociones. Como decía, eres un cuentero más y desde aquí hoy te mando un recuerdo babeante de cariño.

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CARTA DE FLINN
 (Autora: MANUELA BODAS)

Flinn
            Flinncolandia - Vía Láctea
            Galaxia de la Energía Buena

                                                                                   Cuento Cuentos Contigo 
Poniendo Historias
Varsovia en León

            
Queridos cuentistas y querida familia de M.O.B.T.
No he podido resistir la tentación de presentarme, entre vosotros, aunque solo sea por misiva.
            Desde que traspasé la dimensión terráquea, muchas cosas me han sucedido, y debo decir que todas buenas, vamos que estoy “flinnpando”. Pero me quedo con una que me ha emocionado muy profundamente:

            -Hola Flinn, escucho en la cúpula celeste
            Una estrella se me acerca.
            -¡Qué emoción! No sé qué debo hacer
            ¿La espero quieto? ¿Me acerco a ella?
            -¡Qué hermosa es! ¡Hermosa, muy hermosa!
            me sube la emoción hasta la caracola.
            Se va acercando y una brisa suave,
            llena de aroma de paz, me envuelve.
            Se posa en mi caracola. Es tan hermosa.        
            -¡Gracias Flinn! -¿Gracias, pero por qué?
            -Bueno, yo he sido una estrella tan pequeña,
            que nunca he podido ser guardiana
            de un alma. Ahora, por fin, puedo flinnpar
            y tener una misión en esta energía sideral.
            Siempre, eternamente, seré tu guía,
            viviré infinitamente sobre tu caracola.
            Seremos amigos por los tiempos de los tiempos,
            nos apoyaremos, y ayudaremos a otras estrellas,
            a encontrar a sus amigos eternos.
            Mis ojos, aunque cerrados para siempre,
            estaban llenos de luz y de agradecimiento
            a mi buena estrella y a las estrellas
            que había dejado en la tierra.
            Os amo y os dejo un mensaje de calma
            desde esta otra vida de reposo.

Ahora comprenderéis que esté flinnpando y no en colorines, sino en una luz mágica y pura que me deja observar todo lo bueno que me ha pasado.
¡Ah! Se me olvidaba, si alguna vez andáis así, un poco tristes, os he observado en esa vida terrena, y sois dados a bajar la guardia ante cualquier adversidad, como digo, cuando estéis babeando tristeza, acordaros de mí. En ese recuerdo, os enviaré desde aquí un poquito de luz. De esta luz que me ha dado mi buena estrella.
Sólo desearos, calma, salud, armonía y muchas tardes de cuentos. Y gracias, muchas gracias por CONTAR CUENTOS CONMIGO.

                                               Flinn Sideral.
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LA CONCHA DEL PASADO
(Autor: LUIS FERNANDO GONZALEZ)


   Hace muchos años que me dedico a la arqueología, los largos años de carrera inculcaron en mí un gusanillo que me llevó a explorar los lugares más ignotos del planeta y sin haber pretendido nunca ser un Indiana Jones, he de reconocer que he descubierto cosas que harían palidecer a compañeros más maduritos y con actitudes ya vetustas y de otra generación.

Todo esto me llevó a ser jefe del departamento del área de antigüedades antiguas de la facultad de Historia prehistórica en la Universidad Ancient Comunity Vintage. Un importante cargo que por derecho se lo tendrían que haber dado al profesor más anciano del área, pero que al comprobar mis sorprendentes dotes y conocimientos no tuvieron más remedio queconcedérmelo a mí, un pipiolo de 70 años de edad al que le quedaban todavía sin duda muchas cosas por descubrir.

Pues allí estaba yo, sentado en mi despacho con los pies encima de la mesa y tomando el primer café de la mañana cuando recibí una llamada inesperada, y cuando digo inesperada no me refiero a la llamada en sí, cualquiera que tenga un teléfono sobre la mesa puede esperar que le llamen, lo de inesperada es por el lugar de procedencia, ¡de la Argentina del Sur de América!, ni más ni menos. Así que dejé el café que ya me quemaba los dedos sobre la mesa, me ajusté el nudo de la corbata, y con voz engolada contesté como siempre diciendo mi nombre Heriberto del Pasado, ¿dígame?

Sin duda la llamada tenía su enjundia. Me llamaban para decirme que habían encontrado una concha, si si, una concha antiquísima que les parecía super rara y que no tenían forma de datarla. Yo sólo con oír esto me puse en modo argentino, pensé que me había tocado “la polla” sin haber jugado y que una
suerte como esa no se encontraba todos los días.

La concha no podía ser más que del ilustre y nunca bien ponderado caracol llamado Flinn, más conocido en términos académicos como “Flinn el aventurero”. Numerosa bibliografía escrita en gruesos volúmenes daban testimonio certero de todo lo que ya estaba imaginando. Así que no podía hacer otra cosa, me puse las gafas de sol, cogí mi sombrero fedora y reservé un billete para el vuelo directo más cercano que hubiera. Pero antes tendría que avisar al estudiante chino de intercambio Guan Ho-Tsé, o Juanjo, como le llamaban sus compañeros, que desde que le conocía y empezó a asistir a mis clases no sé porqué misteriosa razón no dejaba de preguntarme por el glaciar “Perito Morenno”, Pelito Moleno decía él. Visitarlo era un sueño que deseaba
cumplir antes de morir.

El vuelo directo tardó sus 12 horas consabidas, 12 horas que pasé a ratos durmiendo y a ratos recordando las aventuras de ese simpático caracol bonachón y pendenciero. Me preguntaba cómo habría vuelto a la tierra de sus antepasados, bueno, más bien de los antepasados de quien lo crio, cuidó y mantuvo contento en vida. Quizás el caracol tuviera sus siete apellidos argentinos y no lo supiéramos, por lo que un análisis de ADN confirmaría esta circunstancia y como última voluntad sería de justicia devolverlo a sus orígenes.

El centro arqueológico estaba en medio de la Pampa, rodeado de pastizales y vacas que comían a su libre albedrío. La excavación estaba a medio realizar pero por el lugar y el tipo de terreno no tuve duda. Observé con detalle el resto de babas, las plantas de las que se alimentó, los objetos que le hicieron compañía en sus últimos días y por fin ¡la concha!. Allí estaba, grande, perfecta, todavía con un poco de lustre y humedad que provenía del ambiente. 

Comencé a salivar como los perros de Paulov (o como los caracoles de la Pampa) pensando en toda la información que de allí podría sacar. Con cuidado la extrajimos del lugar, la metimos en una caja acondicionada y la enviamos por correo expreso a la Universidad.

Yo por no desaprovechar el viaje y dado que mi a alumno chino Juanjo tenía tanto interés, decidí hacer una ruta turística y que mejor después de encontrar la concha que ir al Pelito Moleno. Así que alquilamos un coche y durante una semana visitamos parajes realmente bellos.

De vuelta a la Facultad de estudios Antiguos pude confirmar con un estudio exhaustivo todo lo que los libros contaban sobre Flinn. Pequeñas marcas en su concha daban credibilidad a cada una de sus aventuras y por ello podía  certificar que nos hallábamos ante uno de los tesoros más grandes que jamás hayan sido encontrados.

Ahora se conserva en una urna de cristal transparente, con medidas de temperatura y humedad adecuadas, en un lugar destacado de nuestra Universidad. La iluminación proviene de pequeñas luces led que Guan Ho-Tsé pudo comprar a precio razonable y la instalación la puso su primo El Chi-Spas que vivía en su mismo barrio.

Ya se ha declarado centro básico de investigación y catedráticos eméritos del Estado y otros países, vienen en peregrinación a conocer y admirar, en vivo y en directo, La Concha de Flinn.



lunes, 21 de enero de 2019

"FLINN" (Autor: Juan Carlos García Crespo




Foto: "Mausoleo de Flinn" 
Autor: Marcelo Oscar Barrientos Tettamanti
(prohibida su reproducción) 


Este relato fue escrito para la sección "poniendo historias" que cada mes se propone desde los encuentros de CUENTO CUENTOS CONTIGO. En este caso los relatos debían estar inspirados en la mascota del organizador y conductor de dichos encuentros Marcelo Oscar Barrientos Tettamanti, el encantador caracol Flinn del que muchos fuimos seguidores de sus aventuras en la red.
Entre todos los enviados, fue este relato del escritor Juan Carlos García Crespo el elegido.

María José Montero, consternada, respiró hondo varias veces, agarrándose el corazón que a punto estaba de escapar, hasta que pudo recuperar el aliento y la razón. A sus pies yacía su asesino e inofensivo pincho de tortilla, que habían repartido en el Cuenta Cuentos de ese mes celebrando otro aniversario. Los asistentes al evento, todos muertos en el suelo, levantaron sus moribundos cuerpos cual zombis de vídeo clip y aplaudieron muertos de risa a la sorprendida poeta. La tortilla además de huevos, patatas, aceite, amor y cariño llevaba cianuro. Eso le hicieron creer a la homenajeada, todos cayeron muertos a la señal del cocinero.
Fue una flashmob tremenda que se celebró en la terraza del Varsovia, local habitual  de CCC.
Luego todo fueron más risas, abrazos y presentaciones.
-          Un momento, he oído que alguien gritaba- silenció Marcelo.
-          Parece la voz de Hugo- dijo Flor. A lo lejos se oían voces ininteligibles de un niño que corriendo hacia nosotros alertaba de algún suceso que no acertábamos a entender pero presentíamos no sería nada bueno.
-          Parece que es él- afirmó Marcelo. Y a medida que la voz se acercaba, sabiendo ya que era Hugo, entendíamos la mitad de su mensaje. Con semblante serio sabíamos que la fiesta había terminado.   
-          … a mueeertoooo, … a mueeertoooo- hasta que llegó a los pies de su padre y con los ojos llorosos se abrazó a él, le miró a los ojos y aún nervioso, repitió.- ¡¡Flinn ha muerto!!, ¡¡Flinn ha muerto!!- y volvió a abrazarse a Marcelo con tanta fuerza como amor había entre ambos.
-          Nooooooo. Prometió ser portada en mí libro- comentó egoístamente alguien del grupo.
Quedamos todos atónitos, nos llevamos la mano a la boca por no gritar y nos abrazamos sintiendo el mismo dolor que el niño. Algunos no llegamos a conocerle pero para nosotros Flinn era un ejemplo a seguir, nos hizo partícipes de sus aventuras con cada recorrido fotográfico que mostró en las redes. Gallego de nacimiento, llegó a Cuenta Cuentos y a nuestras vidas de la mano mágica de Marcelo. No era más que un pobre Caracol de campo hasta que el ojo crítico de Tettemanti lo descubrió y a base de constancia y trabajo sacó de él todo el potencial que llevaba.
Modelo en lugares comunes, en infinidad de eventos y actor ocasional cubrió de gloria a su padrino. En 2017 fue detenido al igual que otros Spider-Man tras escalar la torre de Hércules de su amada Coruña. Fue puesto en libertad tras comprobarse que no emulaba a King Kong, sino que salvó a unos adolescentes de un peligroso selfie. Así consiguió formar parte de la Liga de la justicia y llegó a luchar contra el mismísimo Dark Vader salvando una vez más a la galaxia del lado oscuro. Practicó y destacó en varios deportes, tales como fútbol, surf o la maratón, dedicó mucho tiempo a jugar con Hugo, fue portada de Interviú, de Man y de varios libros que gracias a él fueron superventas.  
Todas las emisoras de radio y televisión dan la misma noticia. El propio Arias Navarro, compungido, interrumpiendo todos los programas dio parte del triste suceso, conmocionando al país entero.
-          ¡¡ESPAÑOLES!! FLINN HA MUERTO.
Aunque oficialmente se desconoce, los forenses investigan las causas de la muerte y no se descarta homicidio involuntario por sobredosis vitamínica suministrada por el poeta y fotógrafo de nacionalidad argentina Marcelo Óscar Barrientos Tettemanti.
Las redes sociales ya se han movilizado, hay quién habla de conspiración reptiliana; se rumorea que puede estar congelado como Walt Disney y otras fuentes más fidedignas afirman tener fotos suyas en una isla junto a Elvis y Michael.
-          Por otro lado- siguió comunicando el locutor-, el aventurero Miguel Sánchez, desde su silla prometió ir tras él y juntos seguir luchando contra las barreras mentales.
Allí donde ambos estén no van a faltar ni héroes ni historias que contar.



viernes, 4 de enero de 2019

PONIENDO HISTORIAS A LA DAMA DE LOS ABALORIOS


Seis relatos presentados a la sección "PONIENDO HISTORIAS" del mes de noviembre de 2018, basados en la fotografía de Nieves Garrido. El relato elegido en esta ocasión fué el títulado "La dama de los abalorios" del escritor Ramiro Pinto y fue publicado con fecha 18-12-2018 en este blog.



LA MUJER DE LOS ABALORIOS
(Autor: JUAN CARLOS GARCÍA CRESPO)

Mila entraba en la cafetería todas las tardes sobre las 18.45, después de misa de las seis. Yo, tras la barra, observaba su ritual. Caminaba deprisa pero con pasos cortos, como si arrastrará los pies o como si llevara una falda tan ajustada que no le permitía dar pasos normales, pero era el desgaste de la edad, rondaba los setenta. Su pelo, amarillo apagado, como mustio, parecía estar siempre en perfecto estado. Vestía un poco a la antigua, pero con elegancia, un mismo vestido que cambiaba una o dos veces al mes. Entraba en la cafetería, buscaba su diario favorito, La Razón, y se sentaba, si podía, en la misma mesa de siempre. Leía minuciosamente cada página mientras jugaba con su collar, manoseando cada uno de sus abalorios, como si rezara el rosario y cada pieza fuera un misterio al que dedicar oraciones y así purgar sus pecados. Nunca la vi sonreír o agradecer nuestros servicios.

 En ocasiones venía acompañada de Teresa, una venezolana de nacimiento pero leonesa de adopción, que estaba convencida del cambio espiritual generacional profetizado por los mayas. A parte de cuidar y hacer las labores de Mila era una masajista en prácticas muy buena. Fue ella quién abrió mí mente hacía el “así das, así recibes”.

 - Si no puedes pagarme el masaje- me dijo- no te preocupes. Yo practico, tú me promocionas, si te gusta claro, y el karma, si lo cree necesario, me devuelve el doble. Cuando das de corazón, él te devuelve con creces. 

A Teresa le gustaba hablar de las apocalípticas profecías mayas, de física cuántica y de viajes astrales. Me sonaba a chino pero era un mundo que más tarde descubrí. Mila, sin embargo, era mujer de parcas palabras y pocas veces podías entablar un diálogo coherente con ella, enseguida sabias si quería que la dejaras tranquila cuando te contestaba con monosílabos o con frases salidas de contexto. Si le comentabas algo relativo al tiempo te saltaba con que las mejores patatas las probó una vez en Perú, en un restaurante carísimo, donde a punto estuvo de casarse con el cocinero. Y si le ofrecías algo para comer de la carta te decía que las palmeras del paseo marítimo eran un peligro para los osos polares. No se sabía a ciencia cierta si había perdido el norte, si sufría Alzheimer o si te mandaba a la mierda sutilmente. Otras veces se interesaba por mi vida, me preguntaba si tenia novia, si me gustaba viajar o que libros me gustaba leer. Entonces daba gusto hablar con ella.

- Te regalaré uno escrito por mí- Me dijo un día.

 - ¿Es usted escritora?- pregunté 

- ¡Ja! Escritora, profesora, periodista, hija de puta, poeta, licenciada en filología inglesa, alcohólica, locutora de radio, ama de casa, pintora, escultora, esposa, amante, amiga, madre, rica, más rica y ahora -recalcó- borde, pensionista y pobre -me soltó a bocajarro con una voz, un poco de pito, que aunque hablaba deprisa parecía tan cansada que me dio miedo preguntar más por temor a que falleciera allí mismo. 

Poco a poco, por mediación de Teresa fui entablando amistad con Mila, la mujer de los abalorios, como la conocíamos en el bar, lo mismo me echaba de la mesa que me contaba su historia. Fui conociendo a una mujer tan inteligente como interesante. Con más pecados de los que confesaba y con más secretos de los que recordaba. Una buena persona que cuando lo tuvo todo estaba rodeada de gente y cuando perdió su dinero y fama se quedó tan sola que no quiso a nadie más a su lado. Gran parte de su fortuna la gastó en devolver a la vida a su marido tras un accidente y una trombosis en la que tuvo que volver a aprender a caminar, a hablar y a recordar quien era; finalmente murió. Otra parte la dilapidó en “amigos”, en alcohol, en vicios y en surtir de caprichos a su único hijo que acabó robándole para conseguir drogas. Sin darse cuenta se fue quedando sin dinero, sin familia, sin amigos, sin fuerzas, sin ganas y sola, muy sola. 

Charlábamos las tardes que no había demasiada clientela, la veía dar vueltas entre sus dedos a aquellos adornos de su collar, lo hacia sistemáticamente, como si fuera un tic, hablaba y daba tantas vueltas a cada cuenta de su alhaja como tantas vueltas dio su vida.

 - Mira, ¿ves este collar?, me lo regalo mi pobre marido, no tiene ningún valor económico, es lo único que no pude vender, sólo actúa como amuleto repeliendo parásitos de dos patas. Si acaricio este adorno recuerdo a mí marido y evito que otros se acerquen; tocando este otro combato mí soledad; este me recuerda que no existen más amigos que dedos tienes en media mano, así evito hacer amistades, este de aquí invoca mí fallecido talento y podría seguir contándote pero no te importa en absoluto. 

Y efectivamente, su vida era como su collar de abalorios, de él colgaban su hijo, su marido, los miedos, las manías, la fama, la esperanza, el alcohol, dinero, trabajo, amistades, mentiras, su soledad, su lejano pasado, su vacío presente y su incierto futuro. Cuando su vida se rompió todos los abalorios, todos los parásitos a su alrededor, se dispersaron. Fue como si el collar se hubiera roto y todos los adornos salieran desperdigados, huyendo lejos de ella. Cuando su marido murió ella se hundió, se refugió en el alcohol, en los hombres y en recuperar a un vástago toxicómano. Poco a poco todos la abandonaron, su hijo desapareció con gran parte el dinero, el resto del patrimonio se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, su inspiración artística se bloqueó con el resto de sus sentidos, los amigos dejaron de ser amigos y lo peor de todo, su vida siguió adelante. No le quedaba nada. Un pequeño piso en el centro de la capital, dos vestidos, la baratija que colgaba de su cuello; una amiga que hacia las veces de asistenta; muchos años por delante y muy pocas ganas de vivir. 

Aún hoy, Mila, sigue dando vueltas por León, pasea todas las mañanas o, si llueve, lee (nunca ve la tele) y escucha música en su rinconcito del salón, desde donde ve toda la calle y a sus transeúntes. Entra en la cafetería a la misma hora, después de la misa de las seis a la que acude por aburrimiento, toma su café, manosea su collar y me busca un rincón en su corazón y entre sus dedos índice y anular. Teresa apenas tiene tiempo de charlar con nosotros, sus manos no paran de trabajar, el karma le funciona bien. Sigue buscando no sé qué esencia cósmica. 

Y ¿yo?, yo sólo les dedico esta historia. 



PIEDRAS AL CUELLO
(Autor: PAUL COULETTE)


 En su larga existencia, el destino fue colgándole piedras al cuello.
 Ella pasa las cuentas de su particular rosario con calma, deteniéndose en cada una de ellas, tocándolas con mimo. Extrae de cada agallón el viejo relato que la vida, la cruel vida, fue escribiendo en el ahora amarillento cuaderno de su memoria, esta memoria ajena al presente.
 La mortal desmemoria que viaja fiel y concisa por las paradas de su personal viacrucis. Cada estación pasa lenta por esa encallecida pantalla de sus manos, por esas temblorosas y viejas manos que convirtieron en arrugas aquellas cicatrices. Una de ellas, sobada por el tiempo, le trae la pérdida de su padre en aquella cruenta guerra siendo aún una niña, los tristes días del miedo, del hambre y las lágrimas… 
El suave tacto de una nueva cuenta pone en sus labios la jovial sonrisa del malogrado hermano, aquel que le robó una mañana de otoño la puta mina. Y también pone la triste y negra lluvia de aquel día en sus ojos azules.
 La siguiente pasa silenciosa entre sus dedos sin apenas rozarlos, de puntillas. Se va sin un reproche, como se fue su madre, como si no quisiera molestar ni dar quehaceres, dejándole una amorosa caricia.
 La aspereza de la siguiente trae consigo el carácter de su marido, de aquel con el que obtuvo el maravilloso regalo de los hijos, de aquel que se fue dejándola sola en esta indiferente vida. Siguen pasando las piedras de su particular rosario con calma, una a una. Siguen arrastrándose inexorables los recuerdos por sus manos, engarzados en ese colorido collar de incovenientes y desgracias, de vivencias. 
Pero no pasan todas. Hay una más grande que el resto rematando la sarta, una que evitan, esquivas, sus manos. Una fría y tosca piedra que lleva grabada en su memoria la fecha del abandono, de la soledad.
La fecha del beso de judas que le dieron cuando, vieja y sin memoria, la confinaron en aquel geriátrico.



LA DAMA DE LOS ABALORIOS.
(Autora: MARTA REDONDO) 

La sala de conferencias del Hotel Reconquista se encontraba abarrotada de periodistas. Esperaban que de un momento a otro compareciera en rueda de prensa Nieves Garrido, la flamante escritora leonesa ganadora del premio príncipe de Asturias de las letras. Sobre la mesa se disponían en exhibición y perfectamente alineados, tres ejemplares de su última novela: La dama de los abalorios. Nieves apareció impecablemente vestida. Elegante traje sastre gris marengo. Cabello rubio. Pelo corto. Maquillaje discreto. Apenas un tono rosa palo de carmín en los labios y una fina línea azul delineando las pestañas superiores. Azul cielo, acorde con sus ojos. Miró el reloj. Esperaba que el evento no se prolongara demasiado. No le gustaban este tipo de comparecencias. De un momento a otro podían surgir las cuestiones personales. Comenzaron las preguntas. Los temas habituales: cómo se ha inspirado, influencia del entorno en su escritura, fuentes literarias de sus novelas, los personajes. Pero pronto surgió esa curiosidad del periodista que obliga a la entrevistada a removerse nerviosa en la silla, es incómodo revelar el interior a un grupo de extraños.
 .- Si Sra Garrido. Raúl Villegas de la revista cultural “El porteño” de Argentina. Este…su nombre de pila es Violeta Ros. ¿Por qué escribir con ese seudónimo de Nieves Garrido? .- Este es el nombre de mi abuela. Ella es la principal culpable de que yo ahora esté aquí, entre ustedes. Mi abuela siempre fue una mujer muy poco convencional. 
Si hubiera conocido a aquellos periodistas les hubiera contado que a su abuela le gustaba levantarse siempre muy prontito para prepararle deliciosas tortitas de harina y mantequilla cuando el resto de los mortales prefería permanecer en brazos de Morfeo. Sentía a menudo ese olor tempranero que inundaba las estancias de toda la casa perfumando cada rincón de canela y nata. Mientras las abuelas de los demás amigos solían zurcir y hacer punto, la suya sorprendía a propios y extraños calzándose las zapatillas de deporte para ir a correr por las orillas del Bernesga en aquellos tiempos en que la gente solo corría cuando la policía les perseguía en alguna manifestación no autorizada. La verdad es que a su abuela nunca le interesó demasiado la política, o al menos hablar de ella. Supongo que le preocuparía el destino de una nación secuestrada por el miedo pero lo cierto es que no solía hablar demasiado de esas cosas. Lo que le gustaba era la literatura. Era capaz de recitar cada uno de los diálogos del Tenorio sin despeinarse demasiado aunque también declamaba poesía. Lo mismo se arrancaba con un soneto de Garcilaso que se perdía entre las simas de los poemas de Salinas. 
Si les hubiera conocido, les hubiera contado que recordaba verla citar, como si de un mantra se tratara, los versos de aquel célebre soneto del poeta toledano: “...coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre” La nieve. Aquellos cabellos blancos que la bella dama lucía en la foto que había elegido como portada para su próximo best seller. La dama de los abalorios. La nieve. 
LA DAMA DE LOS ABALORIOS. Por Marta Redondo Álvarez 
Siempre presente en la vida de su abuela ya desde la pila bautismal. La dama blanca que acompañó su infancia en aquel pueblo de montaña en el que tantas veces el tiempo se detenía al quedarse incomunicados por los temporales invernales. Los rigores del clima leonés. Las montañas rebosantes para asegurar primaveras repletas de floridos vergeles. Siempre pensó que aquellos fríos forjaron el carácter recio de la abuela. Sus manos casi siempre estaban frías. Violeta pensaba que ese era el motivo por el que a veces le apretaba las manos con tanta fuerza. La abuela debió sufrir mucho. Es duro pasar por lo que ella pasó. Pero Doña Nieves fue toda su vida una deliciosa coqueta. Le gustaba lucir colores acorde con la estación. Oscuros en invierno, ocres en otoño, pasteles en primavera y luminosos y alegres en verano. Cuidaba especialmente la elección de la bisutería que debía ser siempre acorde con el resto del vestuario. Sentía especial predilección por aquel collar de perlas color coral que a menudo se ponía con el jersey azul cobalto que Violeta le regaló la Navidad en que se quedaron solas. No se que significado tendría aquel collar para ella. ¿Quizás el regalo de algún amor de juventud? Mamá se había ido demasiado pronto. Aunque ya apenas lo recordaba. Era muy pequeña cuando una fría noche los abuelos vinieron a buscarla. Ya por entonces mamá y ella debían vivir solas. El Sr. Ros, ya debía haber dado el portazo. A la abuela no le gustaba demasiado hablar de ello. El nombre de su padre era casi un tabú en la casa de los abuelos. La verdad es que no era fácil recordar las cosas. Nunca quisieron contarle mucho. Recordaba vagamente el día del funeral de mamá porque la tía Carmen vino a quedarse toda la tarde con ella mientras los abuelos marchaban a la iglesia. Aquellos días los azules ojos de la abuela no cesaban de derramar lágrimas. Fueron días en que una intensa niebla se apoderó de la casa. No había tortitas, ni cuentos, y la abuela dejó de pintar. Otra de sus pasiones. Le encantaban los paisajes bucólicos repletos de elementos naturales, las montañas, los campos sembrados de flores. También solía recrearse retratando estampas marinas. En sus cuentos y pinturas siempre aparecían criaturas mitológicas. Gracias a ella había conocido a todos los habitantes del Parnaso: dioses, ninfas, mitos varios: las desventuras de la pobre Dafne convertida en laurel al ser perseguida por un lujurioso Apolo, o la triste pena de Orfeo al perder por segunda vez a su amada Eurídice tras rescatarla de los mismos infiernos. Ella fue la que le había abierto a un mundo de sueños y los sueños son los hilos con los que las musas tejen la obra de todo escritor. 

Como le decía, Sr. Villegas, mi abuela era una mujer muy poco convencional. Siempre le dio mucha importancia a la cultura y a la formación en un momento en que la mujer no tenía demasiado acceso a la cultura. Incluso después de jubilada siguió realizando labores de voluntariado en el museo provincial de Leon, la ciudad donde nací y a la que regresó siempre que puedo. Ella fue, como ya le dije, la culpable de que yo me dedicara a esto.

 No hay más preguntas ¿verdad? 


LA DAMA DE BLANCO 
(Autora: MARIA DEL CARMEN DIEZ BALLINES)

Jugaba a las canicas con mis dos amigos, en el suelo polvoriento del mercado de mi pequeña ciudad. Mi madre vendía, en uno de los puestos, cuentas, abalorios y piedras de colores, que las mujeres usaban para fabricarse collares, pulseras y otros objetos de adorno personal. Yo era el mayor de mis tres hermanos, y como tal me correspondía ayudar a mi madre en el transporte de la pesada carga. Era como de costumbre lunes. El calor se hacía notar ya, desde las diez de la mañana. El bullicio y griterío de vendedores y compradores, llenaba la plaza de diferentes voces con sonidos de otros lugares. 
Pero la vi, vi una figura esbelta, ligera, con movimientos pausados, vestida de blanco, acariciando su pamela con la mano. Compró a mi madre, una serie de piedras de colores y cuentas plateadas, que seleccionó con sumo cuidado.
 Desapareció. 
Al mercado siguiente volvió, y así, sucesivamente. 
Mi curiosidad adolescente, me llevó a seguirla a la cuarta visita al tenderete de mi madre. Bajé tras ella, por las estrechas y serpenteantes callejuelas del barrio viejo. Ella, se deslizaba entre estas, sorteando a mercaderes de alfombras y animales cargados con tinajas de agua y aceite. Era europea. Llegó a la calle paralela al mar, y se metió en una casita blanca con persianas teñidas de azul. Me acerqué a mirar por una ventana abierta al mar, observé su trabajo, y su delicada atención a un bebé blanco, transparente, albino. De la cuna colgaban las cuentas y abalorios colocados de una manera sutil, para producir un alegre tintineo con juego de colores, movidos por la tenue brisa del mar. 
Diseñaba verdaderas obras de arte sobre los vestidos blancos, cosiendo las piedras de tonos diferentes, los pequeños objetos plateados y cintas de raso. 
Llegó el invierno y desapareció. No volví a verla. Una tarde, al retirar las tazas de café en una terraza del bar donde trabajo, un cliente olvidó el periódico sobre una mesa y la vi en la portada. Ella, era la noticia: “Una joven empresaria ha nacido, la dama de los abalorios”. 



UN COLLAR DE BESOS 
(Autora:MACAMEN DE VEGA)

Aquel jueves Dolores llegó a casa de su paseo diario un poco más tarde de lo habitual. Nada más abrir la puerta escuchó la voz de su nieta Noelia llamándola alegremente. Tras colgar su abrigo se dirigió hasta la cocina donde la niña y su madre cocinaba juntas unas magdalenas.

 -Abuela, ¿Nos ayudas? 

Dolores se sentó a la mesa y dijo mientras sacaba un improvisado paquete envuelto por una servilleta de papel: -La verdad es que no tengo muchas ganas, vengo un poco disgustada. Al entrar en el café, como cada tarde, fui perdiendo los abalorios del collar que me regaló el abuelo en nuestro último aniversario juntos. Menos mal que un muchachito amable y vivaracho fue recogiéndolos tras de mi y consiguió recuperarlos todos. Yo ni siquiera me había dado cuenta de que el collar se había roto. Ahora solo tengo un montón de pedruscos rosas- Y mientras decía esto abría la servilleta mostrando el montón de abalorios sueltos. 

-Abuela ¡No te preocupes! 

Noelia se lavó las manos aceleradamente, se soltó el mandil, lo colgó tras la puerta de la cocina y volviéndose hacia su madre y su abuela dijo con decisión y entusiasmo: 

-Esto lo arreglo yo ahora mismo. Y con toda la energía que la caracterizaba salió corriendo hacia su habitación. 

No tardó en regresar con su maletín de joyera, donde guardaba hilos, tanzas, broches, unos pequeños alicates, bolitas, colgantes y todo lo necesario para diseñar y montar con gran habilidad todo tipo de creaciones que salían de su inquieta cabecita.

 Dispuso todo lo necesario encima de la mesa, se acercó el montón de piedras rosas que hasta hacía bien poco formaban el preciado collar de Dolores y dijo con mucha seriedad y convencimiento: -Sé que este collar es muy importante para ti porque te lo regaló el abuelo con una de tus piedras preferidas por cada año que llevabais juntos. Yo te lo voy a arreglar, abuela, pero además a partir de hoy será también un collar de besos llenos de mimos para ti, verás. 

Dicho esto comenzó a coger piedras y a ensartarlas.

 -Estos tres... ¡Para cuando te duelan las rodillas! -Estampó un sonoro beso en cada una de las piedras y las hilvanó con gran facilidad en la tanza que había preparado para ello. A continuación tomó dos más, y besándolas dijo: -y éstos para cuando te molestan los dientes de mentira. Y este otro tan largo -se detuvo unos segundos con los labios pegados a otra piedra- para las noches en que te despiertas y no logras dormirte de nuevo. 

La abuela la miraba emocionada con inmensa ternura, y su madre, que se había apartado de las magdalenas para contemplar la escena, cogió dos piedras y mirando a Noelia preguntó 

-¿Puedo? -¡Por supuesto!- contestó la niña aprobando con alegría la participación de su madre. Ésta besó las piedras y dijo: -Estos para cuando echas de menos tu casa del pueblo. 

En ese momento se abrió la puerta de casa y entraron Alejandro, el hermano de Noelia, y su padre que venían de clase de música. 

-¡Alejandro, papá, venid a la cocina, necesitamos vuestra ayuda! 

Tras explicarles lo que estaban haciendo el niño cogió una piedra y besàndola dijo: -Este para cuando no tienes ganas de salir a pasear. 

-Y yo te doy este -dijo el padre repitiendo el gesto- para cuando te acuerdas de tu hermano Tito. 

Y así uno a uno fueron hilvanando beso a beso los 47 abalorios que recordaban cada año de amor entre Dolores y su marido. Cuando el collar estuvo listo Noelia lo colocó en el cuello de su abuela que lloraba emocionada y agradecida por tanto amor.

 Desde ese día cada vez que Dolores lleva puesto el collar no puede evitar lucir una espléndida y profunda sonrisa.



ABALORIOS EN EL ZÓN, ZÓN, CORAZÓN
(Autora:MANUELA BODAS)

 Un collar de amor, lleno de recuerdos es un precioso inicio para una historia. Y en esta historia hay un collar de abalorios recuerdos, y de abalorios lamentos. Lamentos como cuentas saldadas al pasado. Abalorios amigos, que una tarde se quisieron ir de ruta por su cuenta, pero una mano amiga, fue recogiéndolos para entregárselos a Nieves, o a Marta, o a qué más ha de dar el nombre, para que volviese a formar un precioso collar con ellos. 

Y aquí comienza la historia: 

Cada abalorio engarzado, un pétalo de vida, un aroma, un recuerdo. 
El primero que pasó la hebra era un abalorio fuerte, agradable al tacto, como aquella tarde en que esperaba bajo el puente, para resguardarse de la solana que estaba cayendo. Su amiga llegó cantando con la rueda hinchada. La rueda servía de flotador. 
Por un momento notó el agua en su cuerpo. ¡Qué cruceros hacían en aquel flotador! 
Otro abalorio en la serpiente que iba formando el collar, éste olía al chocolate de madre las tardes de domingo. El siguiente venía con el tacto sutil de los pétalos de aquellas rosas amarillas que el abuelo escogía para llevar a la tumba de su mujer. 
Al ensartar el último abalorio, una lágrima se estrelló contra el tapete de ganchillo que cubría la camilla. Aquel abalorio se lo entregaba el tiempo con la mirada de un muchacho lleno de chiribitas en los ojos. Dejó la serpiente de abalorios sobre la mesa y se acercó al cajón donde guardaba las fotografías. 
Un hipo tranquilo, fue apoderándose de ella a medida que repasaba las instantáneas, hasta que llegó a la última, y… que extraño vuelco se produjo en su corazón. El muchacho que recogió los abalorios cuando se le rompió el collar tenía un enorme parecido a su marido. 
Un ruido grande se le hizo en la cabeza. No podía ser, no, no, pero el ruido iba en aumento. Guardó la foto en un sobre y salió disparada hacia la tienda en donde el chico le había recogido las sartas.
 - ¿Le pasa algo? – Bueno es que, te acuerdas que ayer se me rompió el collar aquí en la tienda y un joven muy amable recogió las cuentas.
 - Lo recuerdo si. 
 - Por casualidad no sabrás dónde vive. Me gustaría darle las gracias. Mira que bien me ha quedado. 
- Le ha quedado muy bonito si, pero la veo un poco alterada. ¿Se encuentra bien? 
- Si, si, me encuentro bien, solo me gustaría saber la dirección del chico para darle las gracias, se portó muy bien. 
Le temblaba la mano, no se decidía a pulsar el timbre.
 ¡Vamos mujer, dale, ya que estás aquí…! Se dijo para animarse. 
 Luego, comenzaron a salir las cuentas. Los años del joven, la gratitud que sentía hacia sus padres adoptivos, por haberle contado la verdad. 
-Nos dijeron que habías nacido muerto. Y sabes…, para consolarme tu padre aparecía en casa muchas veces, cuando regresaba del trabajo con flores, con pastelitos… Una de aquellas tardes llegó con un paquete un poco más grande. Le miré con ojos de pantera. 
-No te vayas a pensar que me he gastado toda la paga, me dijo, al ver mi expresión, pero… es que te va a quedar tan bonito. 
Abrí el paquete con fruición. Dentro había otro paquete, y otro, y por fin una pequeña caja que contenía este collar.
- La vida te quita y te da. Qué pena que no viva para verlo. ¡Cómo podría imaginar que el collar me iba a llevar a ti! Estos abalorios que recogiste los he llevado siempre al lado de mi corazón y han sido como las migas del cuento de Pulgarcito, me han guiado a la casa del amor. 
Desde aquel día, madre e hijo han ido ensartando cariño mutuo en sus corazones. Todo el cariño que el tiempo les robó. 
Un collar de amor, lleno de recuerdos es un precioso inicio para una historia. Y en este caso los recovecos de las palabras, han querido que también sea, un precioso final. 

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