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viernes, 17 de noviembre de 2017

CARTAS COMPARTIDAS (PRIMERA ENTREGA)


La carta es la manifestación estrella del género epistolar. Un género que, a pesar de la enorme vigencia que ha tenido, se va perdiendo poco a poco condenado por las TIC. Sin embargo los elementos fundamentales de este género permanecen y no podemos olvidarlos. Por tal motivo 15 colaboradores de CUENTOS CUENTOS CONTIGO, se han sumado a la propuesta de escribir una carta con destinatario libre para compartirla con todos nosotros. En este caso os ofrecemos una primera entrega con las 5 primeras cartas recibidas.


CARTA DE P.J. CHELMICK

A vos, Inolvidado estío,  
nacen vestidas de luto las palabras que os envío, duelo de su propia muerte,
grabadas en este lacre negro, cruces de esta distancia, esperanza de que en vuestro tacto sean oxígeno, como si una y otra vez perdieran la virginidad en vuestra mirada, como si se bautizaran en vuestros labios, aves...en esos vuelos pronunciados, surcando esos cielos de cueva cuando rozan el paladar, en ese cerrar el aire del secuestro entre los dientes, palpitando sobre la lengua en ese naufragio de vuestra boca, respirando la vida de vuestra voz, pues vida es resucitar en vos la palabra muerta.
            En ese arrebato de vuestro vació en mis manos, he quemado en la chimenea las sillas, imposible ya sentar la cabeza; a su fuego he arrojado las vigas, ¡¿ quién pide candiles habiendo estrellas?!; en sus llamas se han extinguido los libros, por fin duermen tranquilos los molinos; han prendido en sus brasas las lamas que la noche me ocultan, ya no pide permiso el amanecer; todas las telas se han calcinado, los fantasmas se pasean desnudos; consumidos los retratos en las ardientes caricias, de nuevo inventar una vida, sólo quedan vuestras cartas, ...ellas...o morir en este invierno.
Falso puede parecer el juramento de mi palabra, pero testigo es de mi verdad la sangre que en mis manos mana al robar de las rosas su aroma. Sin ser dogma de fe, no es falta de ese plasma la anemia que mi corazón padece, es la ausencia de vuestro ser la causa de esta palidez, por vivir de esta vida la noche en el ausente día de vuestro tacto, que sólo mis párpados encoge por este adiós perenne que fija mi pensar intacto en el duelo de vuestros labios, vestidos de calas negras, tristes residuos de las palabras muertas.
Las lágrimas de vuestra redención, al romper contra esta mi prisión del corazón, desánimo han sido de serrar los lazos de esta pasión, sabedora del acantilado que secuestra vuestra ausencia, en esta condena…de un día. Mas siempre… un día más, horado estos muros, que no de piedra, son de tiempo sin vos, excavando en mi memoria este túnel de distancia, donde mis sentimientos se desgarran removiendo cada recuerdo que avanzo, sepultada por los derrumbes de mí conciencia, desescombrando el silencio en cada noche, donde mis palabras buscan la luz final, ese amanecer de libertad en vos.

Mo me busquéis, en el misterio de la gruta virgen, penetrando en el silencio de mi alma, estremecida entre las sombras, donde se distorsiona la proyección de mi presencia, descifrando los grafitis de este averno, guardianes del enigma de mi existencia sobre las fosilizadas lágrimas convertidas en aguijones bajo los pasos. Avanzad sobre el guano del camino, secreciones de mis sueños, allá donde lloran las estalactitas, esquivando las calaveras que revelan en su mirada todas las reencarnaciones de mis muertes, y en el fondo, allá donde la montaña ciega la huida... mis huesos... esperando ser injerto en vuestro corazón... brotes de la carne.
Cuando todas las sombras me hablen os desgranaré en mi palma, deshaciendo las hebras de las telas en los labios, en ese canuto de pieles aspiraros muy adentro, ese fuego de caricia que se consume fuera y arde dentro, inyectaros entre mis brazos en ese teñir de la sangre de la savia caliente, diluido polvo blanco, en mis ojos cabalgando vuestra mirada a lomos de un unicornio. Abandonarme al sueño de bañarme en el arcoíris que nace en vuestros labios, y muere…en mis venas.

Tengo ese sueño, ese sueño de vos, ese sopor sobre vuestro párpado, esa somnolencia mecida en vuestro labio, ese dormitar en el vientre. Hoy tengo esa nana, esa nana, latir del corazón, esa narcosis de vuestro beso, esa hipnosis del jeroglífico de vuestra yema, esa anestesia, eco del pulmón. Tengo esa soñarrera vigilia de vuestros sueños, esa modorra de luna, dormid... que yo no sueño en despertar de este letargo... en vuestro recuerdo.
No deseo amaros en el cielo... ya bajo la tierra,
quiero desnudaros en este infierno y arder en la piel... antes de ser cenizas.

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CARTA DE ISAMIL9

Viernes de otoño contigo.
A ti, que sé, me sabes,
y que sabes a noviembre.
Te pienso y se me llenan las manos. Estas manos que te hablan siendo, sin
saber de calendarios, de cumplidos, de liturgias obligadas, del aguardar inútil. Te
dan lo mejor que puedo ofrecerte, palabras, todas, todas en la forma y fondo que
prefieran tus dedos, esos a los que ruego llegar para quedarme.
Te pienso y los huesos me crujen como crujen los palos en invierno, porque
son los tuyos los que quitan sin querer, todos los que han ido atravesando otros en
mis ruedas para desnucar el sentido de mi vida, y volverme cuerda cuando yo lo único
que he querido, cuando he amado, es perderlo y volverme loca, pero no por el otro,
sino con el otro, forjando un “nosotros” sin olvidarnos el tú y el yo.
Te pienso y se me pone la sonrisa tonta, y sube la marea en mi vientre vacío,
entre una mirada hueca y un pecho que ha hecho aguas sin más pecado que el de
darse a bocajarro, y por la boca morir. Pronunciar 5 simples letras me ha condenado
a pena de pena más de una vez. Te amo, no es te quiero, y te quiero, no es yo
también.
Te pienso y no quiero más que leerte y releerte, y que hagas de mis arrugas
borrón y cuenta nueva. Quiero echarte de menos, que no me eches de más. Quiero
sentir que me intuyes sin parabienes, y que te enredas en mi duermevela cotidiano,
que somos manta aún por tejer.
Te pienso y no quiero más que volver a escribirte, que el final de esta carta
sea el preludio de todo. De ti conmigo, de mí en ti.
Y solo me queda amor, lo más complicado, arrancarle a las calles la dirección
donde he de enviarte estas letras, saber en qué silencio te hospedas, dónde me
estás esperando. Porque no puedo mentirme y negar que hoy, hoy también te
pienso.
 Ela

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CARTA AL SILENCIO DE SOCO RAMOS

Querida mía: el abismo que nos separa es tan profundo que dudo de que esta carta tenga sentido para ti. Pero no me resisto a escribirla. No, no me resisto a decirte que sigo amándote como el primer día. Más, mucho más. Como todos los años de nuestra vida juntos.
“¿Cómo puede ser posible tanto amor…?
Me pregunto mientras paso la mopa por el suelo que tus pies en raras ocasiones pisan.
¿Cómo puedo quererte día a día sin que el cariño se agote, se marchite…?
Me pregunto mientras recojo la ropa del tendedero y plancho tus blusas y mis camisas; mientras peino tus cabellos blancos.
¿De dónde brota este manantial de amor puro, que jamás se extingue…?
Me pregunto mientras trituro las lentejas con la Minipimer, mientras anudo la servilleta alrededor de tu cuello, mientras acerco la cuchara a tu boca que se resiste a abrirse.
 Y me he puesto a temblar agobiado por culpas antiguas.
Tal vez he ido atesorando, sin saberlo, abrazos que no te di, ternuras que te negué, sonrisas que no llegaron a florecer.
He descendido, por fin, al centro de mí mismo He mirado en los rincones que creía vacíos y he hallado intacta la riqueza de los afectos.
He subido con ellos hasta la superficie en la que flotas a la deriva y te los he ofrecido. Pero no te has dado por enterada. Igual que pretendías ignorar mis desatenciones.  “Debilidades de hombre”, “aventuras sin importancia”, “pequeñas infidelidades”. Decías bien: “pequeñas” porque hoy sé que nunca hubo otro amor en mi corazón que el que sentía por ti.
Y aquí me tienes ahora, con mis sentimientos incólumes. Con el amor de la época en la que nos conocimos. Con mi amor de novio. Con mi pasión de recién casado. Sí, pasión… Pasión… Pasión… porque hoy me apremia el deseo de tu cuerpo con el mismo frenesí arrebatado de nuestros encuentros clandestinos. Tu cuerpo al que llamo con el calor del mío sin que me responda, como no me responden tus ojos ni tus labios.
Tu ser ya no es capaz de responderme con la entrega trémula de la primera vez. Fue antes de casarnos ¿Recuerdas…? No. No puedes recordar. Soy yo quien debe recordar por los dos aquel atardecer que nos pareció una amanecida, la inauguración del día. Revivo el momento sublime en que te abriste para mi como una flor y toda tu te estremeciste al recoger en la tibieza de tus pétalos de carne mis temblorosas gotas de rocío.
Y no te importó que el mundo te juzgara pecadora porque tu mundo entero era yo.
Fuera de nosotros sólo existían las estrellas”


Sueño… mientras paso la mopa por el suelo que tus pies en raras ocasiones pisan.
Sueño… mientras recojo la ropa del tendedero y plancho tus camisas y mis blusas; mientras rasuro tus mejillas de anciano.
Sueño… mientras trituro las lentejas con la Minipimer, mientras anudo la servilleta alrededor de tu cuello, mientras acerco la cuchara a tu boca que se resiste a abrirse.
Sueño… que esta sería la carta de amor que me escribirías si mi mente se hubiera apagado y la tuya permaneciera lúcida.
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CARTA DE ANA SANTAMARIA

Querida madre:  
Hoy me han permitido unas cuartillas y un lápiz y las daré el buen uso que se merecen, que a buen seguro sé que usted sabrá apreciarlo.
Le contaré que la vida aquí es bastante disciplinada, con un férreo control, con dos comidas diarias y muchos momentos para la distracción. A veces pienso que las personas que estamos aquí somos como animales estabulados. Por otro lado, creo que el pensamiento menos errado es el de que he tenido mucha suerte de acabar aquí.
Madre, no quiero que culpe a la señorita Moresco de mi situación. Jamás uso artimaña o treta alguna en mi persona. Si existe algún culpable de que esté en este manicomio, soy yo, no ella o sus supuestos brebajes o hierbas malsanas. Ella tan solo es otra víctima más de esta absurda guerra, de esta sociedad. Ojalá algún día todo esto cambie.
Pienso en las penurias que se viven fuera de estos muros y puedo considerarme un hombre afortunado. A veces nos llegan noticias de fuera. Muchos son los que han muerto por causas indefendibles. Mi batalla era en nombre del amor y la he perdido. En cuanto a la señorita Moresco, madre, espero que me haga llegar noticias suyas, que su familia la haya tratado bien y tenga mejor suerte que yo.
Gracias al esfuerzo de su hermano, mi estimado tío don Santos, pueden permitirse mi estancia aquí. Siempre está bien visto contar con algunos reales bajo el jergón, sacan de apuros.
Aquí solo se permiten visitas en ocasiones muy puntuales. Está próximo a venir el Año Nuevo y tal vez sea posible que venga usted o padre o quizá Manuel, que ya sabe que le tengo cariño a mi hermano más chico. Si es posible, le rogaría que me trajese las fotografías de cuando estuve en la embajada, pues aquí no creen que trabajase allí.
El tiempo es frío. Salimos un par de veces al día al exterior. Son unos jardines amplios, incluso las monjas tienen sembrado un pequeño terreno a modo de huerto que dio unos tomates exquisitos este verano. ¡ Cuánto me hizo recordar el huerto del abuelo Julio¡, ¡ Con qué mimo lo cuidaba¡.
En el interior, hay buena temperatura. Aquí se preocupan por nuestra educación. Un par de horas al día nos enseñan las reglas elementales. Gracias a dios y a su esfuerzo,, madre, yo se leer y escribir, y por eso, me permiten que pase tiempo en la biblioteca. Es un lugar con muchos libros. Seguro que si viene por aquí y me permiten que se lo muestre, será tan de su agrado como del mío.
Madre...se me hace un nudo en el estómago. Siento pena por no poder abrazarla, por no compartir mesa y tertulia con los míos. No veo el momento en el que pueda hacerlo posible.
Hace unos días tuve flojera de vientre. Dicen que algo me sentó mal. Aquí ya no estaba la señorita Moresco para echarla las culpas de mis malestares. No sirvió de nada. En esos días me repusieron  a base de caldos insulsos. La naturaleza sabia obró cuando lo creyó justo y aquí me tiene, dando cuenta a estas cuartillas y echando de menos esas patatas con unto  tan ricas que usted hace.
La nostalgia, la rabia, el dolor, son mis compañeros aquí. No se sienta mal por mis palabras. No son solo las de un loco. Es bien seguro que los locos están fuera, vigilando a los tristes que aquí moramos.
Madre, se me acaban las cuartillas y el tiempo de ocio. Es mi deseo que usted siga bien cuando lea la presente. Con un abrazo, se despide
Suyo, su hijo Gregorio

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 CARTA DE ANGELES RODRÍGUEZ

Toc toc…

Vaya forma de comenzar una carta, y es que necesito que abras y me entiendas, que perdones la soledad de tu partida.
No podía acompañarte, no era el momento, no era una cuestión de amor pues mi amor se mantiene, no era una cuestión de miedo, bueno, si tenía un poco, me dejaste helada cuando me pediste que te acompañara, que no querías marcharte solo, pero tú sabes que no era eso. No era mi tiempo.

Toc toc… tantas lunas mirando al cielo llamándote…

Hoy es nuestra noche, la noche que te espero, y preparo ese rincón de la casa para recibirte, coloco tu foto con esa sonrisa que brilla en tus ojos y que en tu boca solo sabe ver quien te conoce, la miro y no deja de perseguirme el recuerdo de esa larga noche de tu despedida, te fuiste un mes después, pero ya no eras tú.

Toc toc… abre las puertas del cielo que aquí te espero.

He puesto tu altar con flores y luceros, con la comida que te gusta, con mil recuerdos, ven a reír conmigo, a sostener mi mano, déjame fundirme en la paz de tus brazos, déjame mirarte y decirte a los ojos que te amo, cántame una canción mientras duermo en tu regazo y me vuelvo niña, solo una noche papito déjame estar a tu lado.


Tu hija que te espera.
2 de noviembre de 1017.





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