15 colaboradores de CUENTOS CUENTOS CONTIGO, se han sumado a la propuesta de escribir una carta con destinatario libre para compartirla con todos nosotros.
En esta entrada os ofrecemos la tercera y última entrega con cuatro de las cartas recibidas y sus autores correspondientes: MANUELA BODAS, GELINES DBT, JUAN CARLOS CRESPO, MACAMEN DE VEGA
(Podéis encontrar las otras dos entregas en este blog)
(Podéis encontrar las otras dos entregas en este blog)
CARTA DE MANUELA BODAS
Árbol Verde Pópulos
Avenida Mil Casas, nº 1000
Árbol Urbanita Marrón
Cuadra 10101
Querido
amigo:
Espero
que a la llegada de esta misiva te encuentres lleno de salud, al igual que
todas tus ramas y raíces.
Por
aquí los amaneceres siguen empeorando. Hace días que no se me acerca nadie. No
entiendo mucho, pero creo que esos seres que han invadido este planeta donde
hemos nacido, están desapareciendo como por arte de magia. Estoy muy triste,
echo de menos al muchacho de ojos color trigo y a su can. Teníamos unas
conversaciones estupendas.
También
debo decirte que el cielo se desdibuja muy a menudo, como si se borrara por
momentos. Si estuviéramos más cerca te pediría ayuda, que me enviaras algún salvárboles que conocieras para que me hiciese
un chequeo. Aquí hace meses que no viene ninguno a tomarme los pulsos. No acierto a comprender qué me pasa, no sé si
el achaque es del tronco, de alguna hoja
o de las raíces.
Bueno
ya vale de contarte mis lamentaciones de árbol de pueblo. En tu última carta me
contabas lo preocupado que estabas por una de tus enormes ramas. Esa que había
asomado al otro lado de la calle y algo le debió pasar, pues desde entonces
replegó sus hojas y se fundió en un mutismo absoluto. Espero que ya esté
solucionado. Seguramente tu rama vio algo que le habrá costado asimilar, nos ha
pasado a todos.
Tengo
que dejarte, el cielo se ha vuelto a cubrir, ahora casi no puedo respirar y
desde el aire, llegan unos artefactos que escupen fuego y explotan en el suelo.
No entiendo nada, pero esto no me huele nada bien.
Hasta
la próxima amigo. Espero tu contestación casi con ansiedad, pues como ya te he
dicho, aquí han desaparecido hasta nuestros amigos los pájaros.
Un fuerte abrazo con todas
mis ramas. ¡Salud y calma!
Tu amigo
de raíces: Árbol Verde Pópulos.
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CARTA DE GELINES DBT
PRIMER
PREMIO Certamen de cartas Amor de Paradas 2017 (Sevilla).
Querida Julia:
Hoy llueve y necesito escribirte, porque la lluvia me trae
sabores de tormentas escampadas en tu boca y en tu cuerpo. Me trae olor a ti, a
tierra húmeda y caliente de agosto, de aquellos agostos en el pueblo de mis
abuelos, donde tú vivías y yo veraneaba.
Cada junio la misma rutina, tras las notas escolares partía
rumbo al pueblo, rumbo a ti. A mí me gustaba tu piel tostada y a ti mi palidez
de ciudad. Me lo decías tú. Te lo susurraba yo. Compartimos secretos, cromos y
travesuras infantiles. Hicimos juramentos de sangre y practicamos la amistad y
el amor antes de saber el significado de lo uno y de lo otro. Crecimos
deseándonos. Al menos yo, moría por tu cuerpo adolescente intrépido y activo,
que lo mismo trepaba que planchaba, mientras yo, siempre inútil, te observaba.
Descubrimos sensaciones adolescentes nadando tramos peligrosos del río, el
remolino donde nos gustaba tirarnos para ver si nos tragaba, provocando
escalofríos de placer, también prohibido. Apagábamos ese deseo con roces
involuntarios y provocados, que se alargaban mucho, mucho más de lo necesario,
y se repetían tantos días y tantas veces como los demás nos permitían. Mis
manos te buscaban y te encontraban en aquel momento y lugar, donde casi todo
estaba censurado, y nuestro amor más que nada. Nunca lo hablamos pero lo
intuíamos en cada caricia.
En septiembre todo volvía a su lugar: yo al instituto, las
hojas al suelo mientras tú te quedabas allí, perenne. Abrigaba mis inviernos
con sensaciones y caricias inventadas contigo, almacenadas en mi piel, apiladas
como troncos. Y sin darnos cuenta llegó agosto, ese agosto veinteañero, más
tórrido que ninguno, al menos para tu cuerpo y el mío. Aquel verano todos los
sentidos reventaron a la vez y no pudimos controlarlos, o no quisimos.
Abundaron las tormentas interiores y exteriores. Corríamos esquivando
chaparrones y tanto corrimos que nuestros labios se encontraron y ya no
teníamos edad ni ganas de separarlos. Les siguieron nuestros cuerpos, que se
negaban a ignorarse, y entre besos y versos nos bebimos la noche y sus
misterios, el amor y sus espadas.
Al día siguiente, hui a la ciudad. hui de ti, o de mí, no
sé. Te he evitado tanto como te he pensado pero tu ausencia me pesa desde
siglos, sobre todo en días lluviosos como hoy. Cada día paso un rato contigo
escribiéndote apasionadas cartas que luego emborrono y arrugo para que hagan
juego con mi ánimo. Seguramente habrás empezado tantas como yo y ninguna
encontró el camino hasta mí, espero que esta cruce la noche, se deshaga en tus
ojos, rompa tu calma y acelere tu pulso, mi amor.
En mi última visita al pueblo tropecé con tu serena
madurez. Tu ardiente mirada abrió la herida que lleva tu nombre, y volvió a ser
agosto en mí. Mientras tus labios sin maquillaje me hablaban yo me recreaba de
nuevo en el último beso que me dieron. No te dije que permanezco inmóvil viendo
la vida pasar, esperando el momento de cruzar y acurrucarme en algún pliegue de
tus caderas ya adultas. Por favor, Julia, haz algo por ti. Por mí. Rompe
esquemas. Porque necesito recuperar las estaciones no vividas contigo, saber
cómo besas en invierno y cómo tiemblas en primavera. Necesito untarme de tu
vida, lanzarme contigo al remolino, correr el riesgo de ahogarnos o enfermar, porque
nunca te he visto enferma y me gustaría cuidarte. Mis prejuicios han muerto, mis
dudas son adultas y están cansadas, ayúdame a ahuyentarlas. Me oprime esta
nostalgia domesticada que me acompaña desde entonces, desde que te conozco. Porque
eres una fecha. Una hora. Mi calendario. Permíteme volver al pueblo, porque mi
pueblo eres tú.
Siempre tuya:
Maribel.
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CARTA DE JUAN CARLOS GARCÍA CRESPO
Hola
mamá, no te enfades por no escribir antes, ya sabes como soy. Lo dejo y lo dejo
y al final nunca hago un rato para estar contigo. Mientras te escribo es como
si te tuviera aquí, a mi lado, y te contara, cara a cara, todas las cosas,
incluso te veo contestando y echándome la bronca, diciéndome lo que está bien o
mal.
Apenas
tengo tiempo de sentarme a hablar contigo, la vida en esta isla es estresante,
el trabajo consume mi tiempo y el que me queda libre aprovecho para pasarlo con
los niños y con Sonia, aunque los tengo aquí me echan de menos. Es poco lo que
puedo estar con ellos, a los niños solo los veo por la noche, cuando ya están a
punto de dormir. Y a Sonia…, bueno la veo pero siento que nos distanciamos. Me
gustaría pasar más tiempo con ella y disfrutar de estas playas y este sol juntos.
Pero el trabajo…
Ya
sé lo que vas a decir, que dejé aquel puesto en la empresa y a mis amigos para
ganar más dinero y ahora temes que me quede solo. Y tienes razón, aquí no tengo
amigos, amigos de verdad. Allí tengo amigos de toda la vida, aquí solo conocidos
ocasionales. Son como las estaciones del año, cuando te haces al invierno, se
va y llega la primavera, y luego el verano. Con la gente pasa igual, conoces a alguien
y antes de que te des cuenta se ha ido a otro trabajo lejos o fuera de la isla.
He pasado de vivir feliz en el pueblo a tener dinero, pero no vida. No sabes
como echo de menos el barrio y a los locos de los vecinos, aquí ni siquiera les
conozco. ¿Aún siguen peleándose a voces los del tercero? Supongo que no habrá
cambiado mucho. Hace unas semanas me encontré con el Rafita, ya sabes, el hijo
de la Flori, la del quinto, hacía años que no le veía, ha crecido, me ha
contado como está todo, la pena que dan algunos negocios de siempre ya abocados
al cierre y el poco dinero que circula de mano en mano, la gente tiene miedo a
gastar, algunos no tienen ni para gastar. Me contó también que, a pesar de
todo, las fiestas son fiestas y las risas se contagian de puerta en puerta, que
el barrio sigue siendo pobre pero rico en amistad y camaradería.
No
he vuelto a saber de él, aquí a uno o le absorbe el trabajo o la fiesta.
Querida
mamá, hace días que empecé esta carta y no he sido capaz de terminarla. No
sabes la cantidad de ellas que he empezado y nunca término.
Hoy
hemos cogido a los niños por la mañana y hemos venido a la playa, hay mucha gente.
A Pablito le encanta el agua y Rosita se asombra con cada castillo que le hace
su madre, llevan horas jugando en la arena, jugando como dos niñas, me encanta
esa faceta de Sonia, es capaz de ser la esposa y amante más eficiente y en
cuestión de segundos convertirse en una niña pequeña. Cuando vamos al parque ocurre
igual, el niño no deja de columpiarse, menos mal que ya ha aprendido a hacerlo
solo, puede pasar horas en el columpio, le encanta volar alto e imaginar que
llega a las nubes, igual que hacía yo, ¿Te acuerdas? Mientras, ellas no paran de
jugar en el tobogán, Sonia es increíble, no sé de dónde saca esa fuerza para
estar pendiente de todo, su trabajo, la casa, los niños, yo. Me doy cuenta de
que apenas se lo agradezco. Ha venido tras de mí a ciegas, confiando en mí,
buscando una vida mejor, pero creo que no es feliz a mi lado, bueno, lo poco
que estamos juntos. Sólo la veo feliz al lado de los niños, no creo ni que le
guste esta isla. Pero lo intenta por mi.
Otra
vez vuelvo a escribirte, ya hace dos meses que empecé, si sigo así no te la
enviaré nunca, como siempre. Sonia y yo hemos vuelto a discutir, tengo que
tomar una decisión por qué ella me ha dado un ultimátum, o ellos o el trabajo. Y
lo tengo claro, pero no sé cómo hacer para trabajar menos y ganar más, tenemos
muchos gastos al mes.
Se
acerca navidad y será otra navidad lejos de casa, ¿sabes lo que nos ha pedido Rosita
para Papá Noel? No quiere juguetes, solo quiere viajar en avión. ¿Por qué le he
dicho? - Para conocer a la abuela-, me dijo, para conocerte a ti. No sé cómo
decirle que nunca podrá hacerlo, que estas en el cielo y eso significa que
jamás volveremos a verte. Por eso les hablo tanto de ti, y de papá, para que al
menos conozcan como eran sus abuelos. Hace tantos años que os fuisteis que si
un día dejo de hablar de vosotros yo mismo os olvidaré.
Pablo
va a hacer 8 años, no se me olvidará tu cara de felicidad al cogerlo por
primera vez en brazos. Una pena que no le vieras crecer, os hubierais llevado
bien.
Tengo
que dejarte otra vez y como siempre no sé si te enviaré esta carta o la
guardaré en el cajón con las demás, hasta que sepa cual es la dirección del
trocito de cielo donde estáis.
Adiós
mamá, un beso. Recuerdos a papá.
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CARTA DE MACAMEN DE VEGA
Querido Daniel:
Me marcho. Sé que no
te sorprenderá leer esta carta, pues hace tiempo que estamos sin ser. Hace tiempo,
ya no sé decir cuánto, que ha desaparecido la magia de este lugar que elegimos
color a color, textura a textura, sonido a sonido... cuándo éramos un «para
siempre». Quiero recordar, y ya no soy capaz, cuándo fue la ultima vez que las
hojas amarillas de los chopos sonaron a cascabeles agitadas por el viento del otoño
a nuestro paso. Tampoco recuerdo la última vez que el agua del lago acarició
con tibieza mis pies al caminar por su orilla. Se ha vuelto fría y gris. Ni las
mañanas de sol espléndido de verano es capaz de reflejar el azul del cielo. Ni
cubiertas de flores sus orillas logra el agua templarse. Está helada y quieta.
En invierno y en verano el agua enfría mi cuerpo si la toco. Y la cocina... está
callada. Ya no hay pájaros cantores esperando picotear las migas que arrojaba
de vez en cuando su ventana. Y no huele a postres ni a guisos, ni resvala el
vaho del vapor de las cazuelas por sus azulejos. Los paños y los delantales,
mortajas del silencio y la asepsia que reinan en la estancia, languidecen
colgados de las perchas exhibiendo su blanco inmaculado. Y por las noches
intento recordar la última vez que nos guiñaron las estrellas, pues ni en la
noche más despejada y oscura logro ver brillar ni una sola. Hasta la luna llena,
donde guardamos nuestras promesas hace tanto tiempo, se ha apagado por completo
y con ella todo lo que nos prometimos.
Me ahogo, Daniel, en
el agua helada del lago. Y las estrellas no me iluminan el camino. Y los
cascabeles no me avisan de que todo está bien.
Me marcho porque no
quiero apagarme como este lugar. Sé que tu te has acostumbrado y puedes vivir
sin los sonidos, los colores, el calor, el brillo... Yo lo he intentado, con
todas mis fuerzas, pero sin todo eso, poco a poco he ido olvidando quién soy,
quien eres. Necesito volver a escuchar cascabeles a mi paso y lograr que la
luna vuelva a brillar. Cuando lo haga volveré y la traeré conmigo llena de todos
los sonidos y promesas que no hemos sabido cuidar. Y entonces, si tu quieres,
tendremos una segunda oportunidad para recuperar juntos toda la magia que un
día supimos inventar para nosotros.
Te escribo porque hace
mucho que ya no me escuchas y porque me falta valor para abandonarte mirándote a
los ojos porque es en ellos donde más me duele no encontrarme.
Volveré, lo prometo,
para encontrarme en tus ojos mientras los mios te cuenten quién eres tú.
Te quiero.
Adela.
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