(Relato de CONY SALOMÓN)
Hoy él ha cogido
unos folios, se ha sentado, ha quitado el capuchón a la pluma, en la primera
hoja en blanco con letras grandes puso: LIBRO DE CUENTOS.
Aparto el primer
folio y en el siguiente puso -Titulo: El vaivén del tren. Debajo, con letra mas
pequeña, el nombre del autor.
Apartó esta
segunda hoja, pensó un rato, apoyó la punta de la pluma en el papel y escribió
sin cesar hasta llegar al final del folio. Posó la pluma en al mesa, cogiendo
aire, se dispuso a leer el principio del cuento.
Repitió la
acción de escribir varios días seguidos. Acababa un cuento y empezaba el siguiente.
Lo curioso es,
que según iba escribiendo le cambiaba la expresión, su semblante animado y risueño
llego a la carcajada en mas de una ocasión; otras veces mostraba inquietud o
preocupación, incluso enfado con el ceño fruncido,
De pronto
cambiaba el gesto, como si se le encendiera la bombilla y escribía con soltura hasta llenar folios repletos de personajes, descripciones, batallas, conflictos
y nudos que con toque maestro deshacía
dibujando un lustroso final.
Un día, él
creador de cuentos, dio por concluido el libro, ordeno los folios, tapo la
pluma, abrió el cajón del escritorio, guardo el manuscrito y lo cerró.
Trascurrido un
tiempo, lo abrió, saco los cuentos, con detenimiento repasó y corrigió buscando
la precisión para conseguir unos “cuentos redondos”.
Me completaron con ilustraciones
y salí de la imprenta como un interesante libro de cuentos.
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