Autor:
MARCELO OSCAR BARRIENTOS TETTAMANTI
Siempre
estuve a disgusto con esta enorme ventana que da al patio de luces, hasta que
llegó mi nuevo vecino, le vi en su mudanza, con sus pantalones vaqueros
gastados y el torso desnudo.
Un hombre, que si no fuese por su
piel morena, yo diría que es el mismísimo David de Miguel Angel que cobró vida.
Al principio le miraba, de vez en
cuando, ahí en su ventana siempre a medio vestir. Pero un día, la imagen que
tuve frente a mí fue arrebatadora.
Mi vecino practicaba nudismo.
Desde aquel momento modifiqué el
salón, colocando los muebles para que el sillón quedase frente a la ventana, un
poco de soslayo.
Muchas veces me sentaba y hacía
como que veía la tele, aunque mi distracción era otra.
Mi fantasía me hacía volar y
cambié las duchas por largos baños de espuma.
Un día me propuse llamar su
atención, tanto como él la mía.
Me dije : “Nena la mejor manera
de eliminar una tentación, es caer en ella”.
Así que, me dediqué a practicar
el nudismo yo también. No estaba tan mal mi cuerpo desnudo, nada que un retoque
no dejase en condiciones.
Pasadas 48 horas, con la zona
depilada más desinflamada, pues llevaba mucho tiempo sin usar cera caliente,
pude comenzar con mi plan.
Antes recopilé información desde internet
sobre el nudismo, aunque después de mucho leer me dí cuenta que básicamente era – andar
desnudo.
Me llevó la primavera y un
catarro que por fin mi vecino se fijase en mí y me invitara a su casa.
“Esta es la mía” me dije.
La tarde que fui a verle me puse
mi vestido azul muy ceñido, sin ropa interior. “Mejor así” pensé.
Intenté poner a tono mis pezones
con un cubito de hielo, intenté calentarlo un poco metiéndolo en mi boca, por
poco me atraganto y desistí.
Cuando por fin vi a David, me
presentó a su novio, y ambos se alegraron de tener una vecina que practicara el
nudismo.
Incluso me invitaron a cenar y a
practicar juntos nuestra afición común.
“De perdidos al río” me dije y no
fue hasta la tercera copa de vino, que no me sentí relajada por fin. Me marché
a casa pronto, necesitaba meterme en la bañera con urgencia: tanta, que aquella
noche y otras en las que cenábamos los tres desnudos no necesité ni el agua ,
ni la espuma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario