De
un libro,
inquieto y curioso, colgada estoy.
El
muy tunante, quería escaparse de mis manos y salir volando por la ventana de mi
cuarto.
Yo
ya sabía, desde la introducción, que por sus páginas corría tinta aventurera. A
través de sus tapas podía sentir unas enormes ansias de libertad.
Por
suerte, descubrí rápidamente sus intenciones y conseguí “agarrarme” a él en el
último instante, justo cuando las ilustraciones se abrochaban los cinturones de
colores para iniciar un largo viaje.
Ahora,
por el aire camino, flotando ligera voy de letra en letra. No tengo ni idea de
donde este osado libro me lleva. El rumbo no está marcado en sus hojas, ni
en verso ni en prosa. Ni el camino aparece señalado entre los puntos y comas de
sus renglones.
Moviendo
sus alas de papel con garbo y salero, vamos dejando, en este folio en blanco,
como improvisado diario de a bordo, un rastro de manchurrones.
Manchas-huellas
que han quedado grabadas en el papel. Señales impresas llenas de palabras.
Palabras que son historias, sueños, ideas,
pensamientos fijados en nuestro interior con la intención (voluntaria o no) de
alimentar nuestra mente y suministrar a la maquinaria de nuestro corazón las
emociones que necesita para seguir funcionando.
Desde este momento, que quién
esto lea forme con ellas (manchas-palabras) el camino de su propio viaje y
salga volando hacia donde el viento de la ilusión sople con más fuerza.
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