Autora: CHARO DE LA FUENTE
Comunicación de divorcio…
¡ME
DIVORCIO DEL DOLOR!
Acabo de lavarme las manos y me he
sorprendido a mi misma mirándome en un espejo que reflejaba la radiografía del
cansancio, de la aceptación de la realidad y una serenidad en la mirada entre
complaciente y resignada.
Siempre está ahí, él, el dolor, haciendo largas las horas y
difíciles los días, comiendo de mi imaginación y de mi paciencia, y
arrastrándome por el sinfín de emociones que me produce sin poder deshacerme de
él, sin poder echarlo al pasado y al olvido, sin dejar por un solo momento que
mi vida sea tranquila, y en la soledad del bienestar.
Me pregunto que he podido darle a este sinvergüenza, para
seguir aquí a mi lado, cuando es él el culpable de que se
aparten de mí las personas que
más quiero, porque parece que huyeran temerosas de que se les acerque y quiera
quedarse con ellas. ¡Cuánto miedo provoca el dolor de uno mismo en los demás! ¡Qué
extraña paradoja!
Es tremendamente injusto y me pregunto,
en ocasiones, que he podido hacer para que se instale en mi vida como un
parásito pegado a mis huesos y mis carnes, chupando mi energía, comiéndose mi
cerebro, asustando a mis ideas, rompiendo mis creaciones e insultándome a la
cara, como si quisiera derribarme de un solo latigazo mortal.
¡Gran hijo de puta!, ¿quién te ha
dicho que yo quiera que sigas aquí jodiéndome la vida? ¿Por qué no buscas otros
sitio donde estar? y dejas, por fin, mis manos tranquilas, soñando con el
alivio…, lisas, desinflamadas y, a cambio, henchidas de actividad y de
esperanza; a mis pies relajados, sin calambres, firmes en sus movimientos y
deseosos de caminar; a mi espalda erguida y relajada y a mi cabeza serena y en
constante ebullición, con deseos de parir todas sus ideas, sin nebulosas espías
y ladronas que roben o aparten lo que ha creado en un instante de
olvido y de flaqueza.
¡Vete, maldito!, olvida que anidaste
entre mi cuerpo o que dejaste alguna huella en mi estructura. ¡Sal de mi vida!,
nunca te he querido y este matrimonio enfermizo y dolorido ha sido un matrimonio de conveniencia, por tu
parte, claro está…
Quiero divorciarme de tus pegajosas emisiones
que dañan mis tejidos, de tus besos a medianoche profundos y con legua poniendo
mi boca y mis mandíbulas al borde del estallido, ocupando el lugar de otros
besos que si quiero. Deja tranquilas mis profundidades, deseosas de placeres y
olvidadizas de daños. No quiero que vuelvas a tomarme de las manos y las
aprietes hasta estallar mis nudillos, tampoco que subas por mis brazos y mis
piernas como un amante invasor de cada espacio, llenando de caricias
traicioneras y roces doloridos las pieles de mis extremidades, ni que hurgues
por mis tripas revolviendo mis vísceras como si de una pócima de brujas se
tratara.
¡Quiero que te apartes de mí!, que
salgas de mi vida para siempre, y que olvides que estuviste conmigo y en mi
cuerpo. Quiero que dejes que ocupe tu lugar el amor, la amistad y todos los
placeres y emociones que me has arrebatado en tantos años de convivencia y que
han salido huyendo, por tu culpa, en este último lustro.
Quiero que te quiebres y te rompas en
el eterno espacio, pues, aunque seas eterno y decidas quedarte observando
nuevas presas, yo no estaré eternamente viéndote y ESO ME ALEGRA Y ME COMPLACE…
¡Adiós, hasta nunca, que lleves un mal viaje!
Desgarrador y por desgracia mas común de lo que pensamos.
ResponderEliminarNo me puedo sentir más identificada.
ResponderEliminarEnhorabuena