Este relato fue escrito para la sección "poniendo historias" dentro de las actividades programadas por CUENTO CUENTOS CONTIGO del mes de julio de 2.015, y está inspirado en el dibujo que se adjunta y que fue cedido por la ilustradora Nuria Antón
¡No es posible que llueva tanto!, Ana, ¡madre mía!, corazón o te das prisa o no llegaremos nunca.
El aeropuerto parecía tan lejano ahora, la mente de
Javier hervía de nervios y de ilusión contenida. Por fin se irían, pero sabía
que no sería fácil, que ellos estarían al acecho.
Ana ¡ por favor!-no te demores tanto-, musitaba, sabiendo que no le oiría. Sonaban monocordes y al unísono el repiqueteo continuo del agua sobre la uralita del cochambroso motel de carretera, el canalón y la ducha del ínfimo baño en que Ana se aseaba.
Él preparaba la maleta con cuatro trapos y un par de botas, Ana ya tenía su neceser listo, en cuanto saliera de la ducha se irían.
Pareciera que fuera a realizar un surco sobre el gastado terrazo negruzco de la habitación. ¡Ana!, gritó ya al límite de sus nervios, tenemos que irnos, ¡pronto llegarán!
Entró en el baño y le sorprendió la quietud de la estancia, corrió las gastadas cortinas y en la ducha no había nadie, Ella no estaba; desesperado salió del baño y se dispuso a llamar por teléfono, pero no había línea, tampoco obedecía la cerradura de la rancia puerta de entrada.
Entonces se miró al espejo y vio los hermosos ojos de Ella...y recordó...recordó las risas, las copas...y las llamadas perdidas, los mensajes” vuelve por favor", llueve mucho, no quiero conducir así Javier, sabes que no me encuentro bien, Por Dios,¿dónde estás?...y recordó...las rosas rojas sobre el ataúd blanco y la lluvia impenitente.
Fuera unos hombres vestidos de blanco, sofocaban, muy al margen de la ética, risas, mientras se decían,"hoy hay tormenta, nos toca deshacer la maleta de la 405".
No fue necesaria, esta vez, la camisa de fuerza, al entrar en la habitación le encontraron tranquilo, tarareando una canción...sus ojos se perdían en la nada.
Ana ¡ por favor!-no te demores tanto-, musitaba, sabiendo que no le oiría. Sonaban monocordes y al unísono el repiqueteo continuo del agua sobre la uralita del cochambroso motel de carretera, el canalón y la ducha del ínfimo baño en que Ana se aseaba.
Él preparaba la maleta con cuatro trapos y un par de botas, Ana ya tenía su neceser listo, en cuanto saliera de la ducha se irían.
Pareciera que fuera a realizar un surco sobre el gastado terrazo negruzco de la habitación. ¡Ana!, gritó ya al límite de sus nervios, tenemos que irnos, ¡pronto llegarán!
Entró en el baño y le sorprendió la quietud de la estancia, corrió las gastadas cortinas y en la ducha no había nadie, Ella no estaba; desesperado salió del baño y se dispuso a llamar por teléfono, pero no había línea, tampoco obedecía la cerradura de la rancia puerta de entrada.
Entonces se miró al espejo y vio los hermosos ojos de Ella...y recordó...recordó las risas, las copas...y las llamadas perdidas, los mensajes” vuelve por favor", llueve mucho, no quiero conducir así Javier, sabes que no me encuentro bien, Por Dios,¿dónde estás?...y recordó...las rosas rojas sobre el ataúd blanco y la lluvia impenitente.
Fuera unos hombres vestidos de blanco, sofocaban, muy al margen de la ética, risas, mientras se decían,"hoy hay tormenta, nos toca deshacer la maleta de la 405".
No fue necesaria, esta vez, la camisa de fuerza, al entrar en la habitación le encontraron tranquilo, tarareando una canción...sus ojos se perdían en la nada.
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