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miércoles, 16 de septiembre de 2015

SIETE AÑOS (Autora: NURIA ANTÓN)


                              

Este relato fué elegido por el fotográfo Jesús Mª Rodriguez para representar su instantanea en la sección "poniendo historias" de cuento cuentos contigo, (septiembre 2.015)


Mi abuelo hacía barro y luego iba a los mercados a vender sus jarrones. Recuerdo ver girar aquel torno que me hipnotizaba en las mañanas de domingo, mientras calentaba las manos en la leña de la chimenea. .Luego las ponía en aquella pala grande de madera para introducirlas en el horno, que yo creía que era la boca del infierno. A veces se rompían, porque el barro no estaba bastante trabajado: “es por las burbujas” me decía mi abuelo.

Tenía unas manos grandes, del color de la tierra, de tanto  moldear figuras, vasijas, tinajas…, pero eran suaves como el terciopelo. Aún recuerdo como acariciaba mi pelo cuando me contaba un cuento antes de ir a dormir. Esos cuentos nunca eran suficientemente largos, y le hacía estar en mi cama sentado hasta que yo me dormía.

Aquella semana en el colegio sólo se hablaba de crisis y de “ahorrar ”.Yo tenía siete años y no entendía nada de todo aquello... Así que el domingo, al llegar a casa de mi abuelo, antes de darle ni siquiera un beso le pregunté:
-          Abuelo, ¿qué es eso de “ahorrar”?

Mi abuelo soltó una de sus carcajadas, me cogió la mano y me llevó a su taller. Cogió un trozo pequeño de barro, más pequeño que otras veces y comenzó a trabajar. Aquello parecía un animalito. Y efectivamente, eso era, un cerdito.

            Tomó mi mano y puso en ella un cuchillo sin punta y me dijo: “ahora haz una ranura aquí”. Yo, sin preguntar para qué, lo hice. Mi abuelo era todo lo que yo quería ser de mayor, un gran sabio, y por eso confiaba en él ciegamente.   Mientras aquel extraño cerdito pasaba a lo que yo llamaba “el infierno”, mi abuelo me explicó:

-          “Esa ranura que hemos hecho, sirve para ahorrar. Puedes meter en el cerdito todo aquello que quieras que perdure, que te sirva para el futuro”

-          ¿Cómo qué? 

-          Monedas, billetes…

-         Me quedé pensativo y dije: 

-    ¿Y sueños?


Mi abuelo miró al cielo… y casi susurrando dijo: así era yo con siete años. Y su cara se llenó de satisfacción. Las nubes también sonreían.
                                                                                       


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