Últimamente le resultaba
complicado conciliar el sueño, escuchaba ruidos que le sobresaltaban, ni
siquiera las plantas que le recomendó aquella amiga conseguían que las horas de
descanso fueran reparadoras, se levantaba cansado, alterado, con dolores.
Aquella mañana cuando sonó el
dichoso despertador para acudir a trabajar fue un esfuerzo titánico salir de la
cama, la cabeza le estallaba. Se dirigió a la cocina para preparar el desayuno
y de pronto se encontró en el vestíbulo de su piso un montón de papeles tirados
en el suelo y alguno de los objetos decorativos que tenía en el mueble de la
entrada hecho añicos. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Quién había entrado a lo largo
de la noche en su casa para preparar semejante desaguisado?.
La puerta que daba a acceso a su
vivienda no parecía en ningún caso forzada.
Su corazón comenzó a latir con
fuerza angustiado ante lo que contemplaban sus ojos. Quizá debía de poner en
conocimiento de la policía lo que sucedía, pero no había indicios de que nadie
hubiera entrado de manera irregular y por supuesto, la otra llave del piso
estaba en casa de su hermana que precisamente en aquellos momentos volvía de
pasar unos días de vacaciones en la playa, con lo cual era materialmente
imposible que hubiera sido ella, y además ¿para qué aquellos destrozos?. De todas maneras, la llamaría a lo largo de la
mañana para preguntarle si había perdido la llave o se la había quitado.
Decidió no tocar nada y darse una
ducha, a ver si el agua conseguía despejarle el aturdimiento que experimentaba.
Aunque antes comprobó que la ventana del baño estaba cerrada y nadie se había
colado por ella. Todo en orden allí. Dejar que el agua caliente cayera por su
cuerpo fue bastante reconfortante. Y mientras se secaba con la toalla y
comenzaba a vestirse, recordó que no había revisado la puerta de la terraza del
salón. Era una zona conflictiva que ya había dado problemas a varios vecinos
que estaban valorando cerrarlas dado que a través del canalón bajante se había
producido algún allanamiento, pero
cuando los ocupantes estaban de vacaciones. Nada, ningún desperfecto, la puerta
estaba perfectamente cerrada y los cristales sin daño alguno.
Desayunó algo a pesar de tener el
estómago un poco revuelto y seguir alterado y muy preocupado por lo que estaba
sucediendo. Todo era muy extraño, no parecía faltar nada y simplemente eran los
destrozos y los papeles revueltos.
Cuando llegó a su trabajo, llamó
a su hermana para asegurarse de que no había perdido la llave y comentarle lo
sucedido. Ella le dijo que acababa de llegar a su casa, y mientras hablaban
comprobó que la llave continuaba en su sitio. Le sugirió que hablara con la
policía, pero claro no habían robado nada, ni puertas ni ventanas estaban
forzadas. Era todo bastante absurdo.
Pasó el día muy inquieto, sin
saber qué hacer. Al entrar de nuevo en casa al finalizar la tarde todo seguía
igual que por la mañana. Los papeles tirados y los fragmentos de los adornos
rotos en el mismo lugar. No se atrevió a recoger nada. Se dirigió al baño para
darse una ducha relajante y puso un poco de música. Cenó algo ligero y se tomó
una de aquellas tisanas que le había recomendado Adela, … por cierto, tenía que
llamarla, hacía muchos días que no se veían para cenar o tomar algo. Era una
amiga muy especial, entre ellos había mucha química y pasaban ratos muy
divertidos. Ella le había asegurado que aquel brebaje de hierbas le ayudaría a
descansar, aquella temporada estaba siendo muy complicada en el trabajo con
sucesivos conflictos y reajustes que le habían sobrecargado de obligaciones, muchas
de ellas ajenas a su cometido real.
Preparó la infusión, la dejó
reposar unos minutos y la endulzó con una cucharadita de miel. Tenía un olor
muy agradable, mucho mejor que su sabor. A ver si aquella noche podía conciliar
mejor el sueño y no sucedía ningún fenómeno anormal. Al día siguiente recogería
todo y pasaría la aspiradora para dejar limpia la entrada de casa. Dejaría de
darle vueltas a la cabeza para encontrar una explicación algo lógica a aquel
suceso. Imposible, era una locura.
Cayó en la cama profundamente
dormido. En sus sueños discurrían acontecimientos locos e inquietantes: puertas
que se abrían de golpe, ruidos lejanos de pasos que resonaban en la madera,
voces que articulaban palabras inconexas e incomprensibles, era angustioso todo
aquel despliegue que le provocaba un continuo movimiento en la cama. Y de
pronto, allí estaba, aquel ser plantado delante del mueble de la entrada
dispuesto a destrozar alguna de sus cosas. Lo estaba viendo claramente, de pi,
impasible aunque no apreciaba de forma clara cómo iba vestido dada la oscuridad
reinante, lo cierto es que parecía un hombre. Qué angustia!! Sentía que no
podía moverse… Y de pronto, sucedió. Aterrado tuvo la lucidez suficiente para
activar la llave de la luz y lo miró…. o mejor dicho, se miró…. sí, se
sobresaltó al comprobar que aquel ser humano era él mismo reflejado en el
espejo de la entrada en el preciso instante en que tenía aquella figura que
había sido de su madre en la mano para lanzarla al suelo con rabia. Sé quedó
congelado mirando la escena sin saber a ciencia cierta si era un sueño o la
realidad, pero siendo consciente de la luz y de que él era el intruso que
actuaba de aquella forma tan errática. Soltó la figura que tenía en la mano y
cayó de rodillas al suelo llorando, sin saber qué le estaba sucediendo
realmente. Agotado se quedó dormido y allí se despertó cuando oyó lejanamente
la alarma del despertador que estaba en la mesita de su habitación.
Al principio no sabía ni dónde
estaba ni qué hacía tirado en el suelo, pero luego recordó lo sucedido durante
la noche. Decidió acudir urgentemente a su médico. Algo le estaba sucediendo y
no podía dejarlo pasar. Le hicieron unos análisis que pusieron de manifiesto
que aquellas hierbas habían producido una alteración bastante grave en su
metabolismo, que no las asimilaba correctamente y le estaban resultando un
potente tóxico que le hacía actuar de aquella forma. Curiosamente, había roto
cosas vinculadas a recuerdos de su vida y a personas del pasado no demasiado
agradables, pero que nunca se había decidido a tirar a la basura. Quizá la
locura tiene su punto de verdad y hace aflorar nuestros más secretos deseos
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