No me llores mamá… no me
llores, que aquí el llanto no existe y no he aprendido a ser lágrima.
No me llores mamá, no me
busques ni me esperes, que estoy en pleno vuelo.
¿Sabes? Aquí no hay barro ni
suelo, ni fronteras, ni alambradas, ni banderas con lunas y estrellas de
mentira. Aquí no hay hambre ni guerras ni tormentas. No hay razas ni dioses
malvados, ni pateras. No hay miedo ni sequias, ni balas, ni tiranos.
No me esperes mamá, que no
me he ido. No me busques, estoy en todas partes. Guárdame el secreto, que sólo tú y yo sepamos
que estoy vivo.
Que no sepan que estoy en la flor de la ventana, en la
sombra de la huerta, en el aire que respiras, en la espuma, en el tronco, en
tus manos, entre el trigo…
Que estoy acurrucado en tu
butaca y entre las hojas de tu libro, enredado entre tu pelo y escondido bajo
la tapa del piano, esperando ser tu
música.
Siénteme mamá. Soy el olor de tu café por la mañana y el del agua de
rosas en tu cuello, soy el color de tu
vestido favorito, soy tu espejo.
Estoy en tus silencios y al
llegar la noche, soy tu sueño.
¿Ves aquel pájaro que pasa?
Soy su vuelo.
No les digas que Peter Pan
existe, que piensen que solo soy un cuento.
Que no me encuentren. Que no
sepan que salí volando y ahora vivo con las hadas, que soy polvo de estrellas,
que estoy contigo, dentro y fuera de tu cuerpo.
No les odies mamá, no te
enfades, no sufras, no intentes comprenderlo.
Ellos piensan que se
puede matar a la inocencia, la que sólo
muere con el paso de los años y la mía…
no tuvo tiempo.
Que no sepan que seré tu
niño para siempre.
Pero no me llores mamá, no
me obligues a ser lágrima, que está salada y escuece.
Y si te empeñas en verme, no
mires al suelo, búscame en el aire.
Lo que murió en Las Ramblas
solo era mi cuerpo.
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