Comienza
el juego. Y tengo miedo. Mucho miedo.
Pero es normal. Mamá dice que el miedo no es malo,
que nos avisa de que algo no es bueno.
Y que hay que saber vencerlo. Y yo lo se hacer. Mamá me ha enseñado. Si no lo veo no existe.
Los ojos cerrados, las pestañas entrelazadas y buscar los colores. Rayitas no, puntitos. Buscar los puntitos. Las estrellitas de colores que bailan al ritmo de los gritos.
Y que hay que saber vencerlo. Y yo lo se hacer. Mamá me ha enseñado. Si no lo veo no existe.
Los ojos cerrados, las pestañas entrelazadas y buscar los colores. Rayitas no, puntitos. Buscar los puntitos. Las estrellitas de colores que bailan al ritmo de los gritos.
No. Gritos no.
Las palmas de las manos ahuecadas, creando unos cascos a nuestros oídos. Y sí es cubriendo las manos con las mangas del jersey, mejor. Aunque se dé de sí. Si hay miedo a mamá no le importa el jersey. Eso sí, si lo mancho de pintura me la cargo.
Las palmas de las manos ahuecadas, creando unos cascos a nuestros oídos. Y sí es cubriendo las manos con las mangas del jersey, mejor. Aunque se dé de sí. Si hay miedo a mamá no le importa el jersey. Eso sí, si lo mancho de pintura me la cargo.
Los golpes ya no se oyen.
Pero si las palabras feas que yo no puedo decir. Y los lloros de mamá. Así que
tengo que cantar, sin parar de repetir, sin tiempo para aplaudir al final:
"jugando al escondite en el bosque anocheció...jugando al escondite en el
bosque anocheció...el cuco cantando el miedo nos quitó...el cuco cantando el miedo
nos quitó..."
Pero muy bajito para no llamar la atención. Que no se entere de que estoy dentro del armario, sentada en el suelo, entre los abrigos de invierno. Empiezo a tener frío pero no me atrevo a moverme. Podría coger uno para taparme, pero igual hago ruido. Lo que sí hago es tirar poco a poco de los flecos de lana de la bufanda. Me acaricio con ellos la cara y poco a poco noto como se me cierran los ojos...
Pero muy bajito para no llamar la atención. Que no se entere de que estoy dentro del armario, sentada en el suelo, entre los abrigos de invierno. Empiezo a tener frío pero no me atrevo a moverme. Podría coger uno para taparme, pero igual hago ruido. Lo que sí hago es tirar poco a poco de los flecos de lana de la bufanda. Me acaricio con ellos la cara y poco a poco noto como se me cierran los ojos...
Ya entra luz entre las
rendijas del armario. Pero no puedo salir. Esa es la norma. Saldré cuando mamá
venga a buscarme. Pero necesito hacer pis... Tengo muchas muchas ganas... Fuera
no se oye nada... Y además tengo hambre... El juego del armario comenzó cuando
llegó papá, así que no me pude terminar los macarrones...
Ahora tengo más frío. Los
pantalones mojados me dan escalofríos. Y me escuecen los muslos. Se me pega la
tela a la madera sobre la que estoy sentada. Lo bueno es que no hay prisa. Hoy
no hay cole. Ayer fue viernes, y celebramos el cumple de una compañera que
cumplía 8 años. Uy, el cumple, los caramelos.
Saco del bolsillo tres
sugus, uno amarillo de limón, otro rojo de fresa y otro azul de...de...de una
fruta que sea azul. Están mojados por el pis y me da un poco de asco. Pero
tengo hambre. El papel se quita fatal, se queda pegado. Le doy exactamente cien
lametones a cada uno antes de meterlo en la boca. Y lo chupo cien segundos
antes de empezar a masticarlos.
Y ahora tengo sed y me
aburro. ¿Se habrá olvidado mamá de mi? No. Ya me lo dijo cuando jugamos al
armario la última vez. Ella siempre piensa en mi, por eso vivimos en esta casa
tan bonita y sigo viendo a mis amigas del cole. Tengo que estudiar mucho, para
tener un buen trabajo, ganar dinero y tener una casa para mi sola, sin depender
de nadie. Y nunca nunca voy a estar sola. Cuando mamá se vaya al cielo, tiene
una casita en una estrella. Yo ya se cual es, y así sabré donde está. Y siempre
siempre me va a querer, porque el amor ni se crea ni se destruye, se siente. O
eso dice ella, que por muy mal que me porte siempre me va a querer.
Así que la desobedezco.
Empujo despacio la puerta que chirría. Parece que se ríe de mis ojos fruncidos
por la luz. Y encima se me ha dormido una pierna. De puntillas y cojeando llego
hasta el salón.
¡Esta madre mía! ¡No se ha
olvidado de mi! ¡Se ha dormido en la alfombra!
Voy a abrazarla. Está fría.
Muy fría. Pero seguro que no tiene miedo. Tiene los ojos cerrados, las pestañas
entrelazadas y seguro que está viendo arco iris y cosas bonitas.
Tampoco oye cosas feas, pues tiene los brazos tapándose la cabeza, eso sí, con el jersey lleno de pintura roja, pero yo no la reñiré.
Tiene pupas, así que la voy a curar: "sana sana, culito de rana...".
La tapo con la manta y la abrazo. Y acariciándome la cara con un mechón de su pelo, noto como se me cierran los ojos...
El juego ha terminado.
Tampoco oye cosas feas, pues tiene los brazos tapándose la cabeza, eso sí, con el jersey lleno de pintura roja, pero yo no la reñiré.
Tiene pupas, así que la voy a curar: "sana sana, culito de rana...".
La tapo con la manta y la abrazo. Y acariciándome la cara con un mechón de su pelo, noto como se me cierran los ojos...
El juego ha terminado.
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