Acostumbraba a tomarse el cortado a sorbos
lentos, con leche fría,en la cafetería de la esquina y a las nueve en punto de
la mañana. Decía, que la leche ardiendo cambiaba el sabor del café de un modo
inadmisible.
Solía ver los partidos de la selección
en solitario y en el sofá orejero de su piso de la plaza de las cortes
leonesas, ya que el bullicio con el que se arremetía contra las personas
en las zonas comunes era del todo inadmisible.
También consideraba inadmisible el sonido de
los móviles en el aire, decía que contaminaban el silencio; así como el arte
callejero,al que consideraba de mal gusto, ruidoso y estrafalario.
Inadmisible era, bajo su juicio, saborear un
helado en la plaza mayor ante la vista de todo el mundo o acariciar con afecto
y ternura a tu pareja en un banco de cualquier jardín.
Inadmisible el crujir de la nieve recién caída
bajo tus pies,mientras vas desvirgando a pasos torpes el manto blanco de cualquier
parque cercano.
Inadmisible las risas escandalosas de los
adolescentes al salir a su recreo matinal.
Inadmisible caminar descalzo, soñar despierto, vivir lento, el sonido
que las palomitas producen en la boca de los cine videntes una tarde de domingo,
y también, las llamadas a deshoras para decir un "te quiero" o
un “te echo de menos”
Todo ello era sencillamente inadmisible.
Y así fue como rezaba el epitafio previamente
preparado por él mismo, poco antes de morir, ya que hubiera sido del todo
inadmisible viajar al campo santo sin dejar previamente uno que te honre:
"Me marcho como he venido. Me
voy como he vivido, solo, sin más compañía que yo mismo” y mi experta soledad”
Habría sido inadmisible
de cualquier otro modo.
Siento como si me estuvieses plagiando.
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