Ser la quinta de siete hermanos había hecho de Mencía una niña siempre
contenida y callada, desde que nació que ya lo hizo muy silenciosa y sin apenas
molestar. Sus formas fueron de desapercibimiento, su filosofía de supervivencia
en esa jungla habitada por sus padres, sus seis hermanos, su abuela materna y
ella misma, era no llamar la atención, pasar así como de puntillas por la vida.
Creció en la filosofía de la no
presencia, su adolescencia se desarrolló debajo de amplios ropajes negros que
todo lo disimulan hasta las personalidades insólitas como era la de Mencía, y
por supuesto su paso por el instituto será únicamente recordada por sus tutores,
un adolescente no beligerante no deja de ser un regalo para ellos y su amiga
del alma Encina que compartía su filosofía de no presencia.
Todos recordamos ese amor primero
adolescente, Mencía por no molestar hasta decidió prescindir del desfase
hormonal y existencial que supone este primer amor, no fuera que la hiciera
sentir y la hiciera presente en un mundo que ella no había escogido.
Y así existiendo y no, el tiempo se
sucedió y Mencía cumplió los cuarenta por aquel 10 de abril, que celebró con su
familia que ya se había multiplicado exponencialmente. Y la caterva de sobrinos
que se elevaba a la cifra tan valentinesca de catorce, decidieron hacerle un
regalo conjunto; como la tita Mencía, desde que aprobó la oposición de auxiliar
administrativo veinte años atrás de la Xunta
de Galicia, no se había movido de Vigo, pensaron que para esa tierra húmeda y
lluviosa nada como ser titular de un paraguas como dios manda, estaban
aburridos de verla , a ella siempre con ese gorro negro, tedioso e impermeable que la hacía pasar más
desapercibida si cabe.
Y buscaron, buscaron y rebuscaron y
finalmente Camino, la mayor de la sobrina, que para eso de las compras estaba
especialmente dotada, lo encontró, en una tienduca de esas de toda la vida de
paraguas. La dependienta tan de toda la vida como la tienda, le recitaba la
genealogía del paragüas como técnica de venta infalible, “Son hechos a mano,
por una artesana leonesa, que tiene facultades cromáticas especiales, sabe
darle color a todo lo que llega a su mesa de trabajo, y además no hay otro
igual.
Camino cogió el paraguas y lo abrió
y descubrió su magia, era tan original que su forma era cuadrada, nada de las
redondeces de los paraguas comunes, y el despliegue de color era una letanía de
arcoiris superpuestos rojo, naranja, azul, verde, amarillo y violeta sobre
fondo blanco, que invitaba a la fiesta más que al cobijo de la lluvia.
Entusiasmada por su elección, se lo llevo primorosamente envuelto con un gran
lazo rojo
Llegado el día de los fastos
cumpleañeros, María y Javi,los dos más pequeños se acercaron a Mencía que
asustada observa el paquete tan aparatoso y con el gran lazo azul.¿Que se les
había ocurrido a estos chavales?, todo tan llamativo, tan poco ella.
Y comenzó a abrirlo cuidadosamente,
ella era para todo tan discreta que ni se permitía la sonoridad del papel de
regalo cuando lo rasgas, y se quedó pasmada cuando descubrió un tremendo
paraguas, colorido hasta resultar gritón y cuadrado…!cuadrado! sus sobrinos la
observaban a la espera de su reacción y ella como buenamente pudo esbozo una
mueca de sorpresa y una sonrisa agradecida por el esfuerzo, pero en su fuero
interno se sucedió una cascada de pensamientos:
- ¿ Por que un paraguas con lo practico que era su sombrero?
- ¿ Por qué un paraguas cuadrado tan distinto y original que
le destacaría en demasía con todos los demás paraguas que circulaban por la
calle? ¿ Por qué tanto color ?
Se empezó a agobiar y a hiperventilar así que decidió tomarse ese coctel
tan suyo de lexatín de 1,5 con Martini para aplacar su estrés, y así una vez
ingerido comenzó a sentirse mejor y se olvidó del paraguas ese que parecía un
monumento a ser el centro de atención.
Dos días después regreso a Vigo y al bajarse del tren caían chuzos de
punta, razón por la cual no había ni un solo taxi en la estación, así que de
repente el paraguas recupero protagonismo, no quedaba otra, muy a su pesar, tendría que usarlo.
Miro a un lado, miro a otro y se dispuso a abrirlo, y una vez hecha la
maniobra comenzó a caminar a paso ligero arrastrando la ruidosa maleta, a pesar
de lo aparatoso de ella en sí misma, bajo la lluvia con su paraguas chillón y
su ruidosa maleta, se percató de que nadie pero nadie, y eso que la calle
estaba repleta de gente la observaba; y
de repente entro en el nirvana de los desapercibidos, todos pero todos miraban
el paraguas, con curiosidad, con extrañeza incluso con asombro, pero ahí
quedaban sus miradas clavadas en el paraguas chillón ignorando de todo punto a
quien lo portaba.
Y así Mencía se percató del increíble regalo que por su cuarentena había
recibido de sus adorados sobrinos, le habían obsequiado con el regalo con
mayúsculas, “el anonimador”, que la permitía en el momento que quisiera y como
quisiera desaparecer de cualquier situación que le resultara incomoda o
insoportable ya que al activarlo automáticamente la atención de los presentes
se veía aducida por el paraguas chillón y ella pasaba a multiplicarse por cero…Que
extraño placer! Se vio portadora del salvoconducto a su vida anónima.Y de
repente se volvió adicta a portar su paraguas, lo usa incluso los pocos días
que Lorenzo se asomaba por la ría, a todas horas le acompañaba y se convirtió
en su chaleco antibalas en la guerra del día a día de un vivir que no había
elegido, dejo el lexatín con Martini y simplemente habría el paraguas,
desplegaba formas y colores y su anhelada invisibilidad la convertían en la
reina del mundo.
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