foto: JESUS Mª RODRÍGUEZ
(Prohibida su reproducción)
En una mano mi mano y en la otra la vela consumida
al ritmo de sus pasos. Yo junto a ella, yo y mis pocos años vestidos de fiesta y un abrigo azul claro, porque aún
no entendía de suspiros, ni de negros, ni de penas, ni de duelos. Yo niña, solo
quería estar a su lado. Ella caminaba en silencio sus penas, buscando esperanzas sin soltar mi mano.
Siempre el VIERNES, viernes de velas, viernes de procesión, de incienso,
manolas y pasos; viernes de familia, de
tapas, de torrijas, de bacalao y garbanzos; viernes de rezos, viernes de primas y de juegos; viernes de caricias que tatúan
el alma.
Al amanecer comenzaba la
espera y cuando el redoble de tambores rompía la quietud del alba, se formaba
un balanceo suave que iniciaba la marcha, lenta, pausada, por esas calles
estrechas que siguen guardando en su suelo miles de pasos, miles de historias y
miles de años; por ellas la danza negra puja,
reza, calla y sus pies se arrastran formando un coro que solo cesa cuando el paso
descansa; por ellas vamos nosotras, con ellos, en SILENCIO, con las manos agarradas.
Hoy a pesar de mirar desde
la distancia que impone el tiempo, siento, aun siento, el calor de esa mano que
echo de menos, sus pasos y el murmullo de sus rezos.
Quizá sea esa la razón
de que siga viviendo los amaneceres, los redobles, los encuentros, las velas y los
inciensos; quizá sea por eso, o por costumbre, o por nostalgia o por deseo; lo
cierto es que me siguen inquietando y atrayendo esos OJOS que se destacan en
el fondo NEGRO
y
me sigue encogiendo el alma la pena que una tuba exhala al aire como un lamento, esa pena hecha
aire que a veces hace
llorar al mismo cielo.
Viernes, siempre viernes. Viernes de trompetas y
tambores. Viernes de sonidos que siguen acelerando los latidos de mi corazón
viejo. Viernes de añoranzas y recuerdos, viernes de azul claro y de penas
hechas aire igual que la tuba en su lamento.
entrañable, Flor
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