Si te gusta escribir y quieres compartir tus textos .... ESTE ES TU BLOG. Manda tus relatos, cuentos, cartas o cualquier otro género narrativo a cuentocuentoscontigo@gmail.com y si son seleccionados, serán publicados en este blog. (Los textos no deberán exceder de dos o tres caras).

lunes, 30 de octubre de 2017

"Cuentos a-con-de-para- Flinn" (VARIOS AUTORES: Macamen de Vega, J.P. Chelmick, Manuela Bodas, Mercedes G. Rojo, Luis Fernando Glez)

                                     





CARTA PARA MARCELO
 (Autora: MACAMEN DE VEGA)


Querido humano amigo Marcelo. 

Hace tiempo que quiero decirte varias cosas. A pesar de pasar horas viendo cómo hilas palabras con maestría me resulta imposible (aún) escribir lo que siento, por eso he tenido que recurrir a Macamen para que lo haga por mi (confío en que será fiel a lo que yo le he contado)

Nací hace un año y pico en una mata de azucenas que devoré a placer en soledad, pues de las decenas de hermanos que salieron de los huevos que me rodeaban nunca llegué a tener noticias. Así pues me hice fuerte a base de devorar aquellas hojas que, aunque deliciosas, pronto empezaron a cansarme. 

Transcurridos un par de meses mi curiosidad me llevó a abandonar aquella mata segura en busca de aventuras. Resultó que, tras lo que me pareció un viaje larguísimo, me topé con una mata de azucenas idéntica a la que había abandonado ¡No daba crédito! ¿Un viaje tan largo para estar en un lugar similar? Entonces descubrí tres paisanos que pastaban ansiosos como si nunca antes hubieran probado esas hojas jugosas y me acerqué a ellos convencido de que me contarían maravillas del lugar del que ellos venían. Me equivocaba. Habían nacido meses antes que yo ¡y no se habían movido de su mata! Hasta habían dormido en ella todo el invierno. Un poco sorprendido, pero aún ilusionado con descubrir mundo, abandoné su planta para seguir mi viaje. Tras mucho caminar me encontré en una tercera mata de azucenas en lo que me ocurrió algo parecido... Así, con un poco menos de ilusión cada vez seguí mi búsqueda de aventuras hasta llegar a la séptima planta similar, en la que empecé a comportarme como el resto de mis compañeros, totalmente rendido y resignado a una vida aburrida.

Un día más en el que pastaba ávidamente movido por el aburrimiento un destello desconocido despertó la curiosidad que llevaba dormida en mi un tiempo. Me acerqué y al momento me vi reptando por un material frio y transparente totalmente desconocido para mi. Ha pasado tiempo y ahora comprendo que me metí en una puerta mágica que me transportó a una dimensión desconocida para mi. ¡Qué emoción dando vueltas en aquel cristal! Mi espíritu aventurero estaba otra vez en marcha esperando descubrir dónde me llevaría la curiosidad esta vez...

He pasado algo más de un año en esta nueva dimensión, donde vivo con tres humanos (ahora lo sé, tardé un tiempo en ubicarme, tomar conciencia y poner nombres a las cosas). Durante este tiempo he vivido historias tan increibles y maravillosas que nunca imaginé (y mira que tengo imaginación). He trepado a la torre de Hércules, he conocido caracolas, estrellas de mar, me ha arrestado la policía (por error, por supuesto), me he sentado en un trono donde me he sentido amo de siete reinos, he protagonizado relatos, he sido portada de un libro, he recibido cientos de me gustas y me encantas, yo, ¡un pequeño caracol normal y corriente! Además todos estos meses he comido manjares que jamás hubiera probado de no haber entrado en aquella puerta (por cierto, cuando el calabacín esté por las nubes no hagas el esfuerzo, todo lo que como me parece exquisito).

Quiero decirte, querido Marcelo, que soy muy feliz. Que me estás dando una vida mejor que la que nunca pude soñar. Que cada día sintiendo la lluvia fresca que inventas para mi me siento querido y cuidado y que te digo (aunque no me oyes porque lo digo en caracolo y muy bajito) «¿Qué haremos hoy, amigo Marcelo?».

Antes de despedirme quiero contarte alguna cosilla más importante para mi. La primera que he leído en Internet (tu eres el culpable de que haya aprendido, lo siento) que bien cuidado puedo vivir de cinco a seis años, así que ya puedes pensar aventuras para seguir este ritmo porque me has acostumbrado a que para mi casi todo es posible y no quiero parar, voy a seguirte a dónde me lleves. 

La segunda es que, por favor, hables con ese ser tan extraño que lleva una concha negra también extraña sobre la cara y le expliques que de ninguna manera puede  ser mi padre, no sé lo que es, pero está claro que él no es un caracol. Tendrá que seguir buscando a su hijo en alguna otra galaxia. Yo no me atreví a decírselo porque me habló con mucho convencimiento y no quise desilusionarle, pero creo que debe saberlo. Y, por último, intenta hablar con esa gente que sale de vez en cuando tras la pantalla atizándose sin piedad  por conseguir mandar sobre esos siete reinos. Cuéntales que ya ocupé ese trono hace tiempo, están tan ocupados peleando que ni se han dado cuenta.

Y quiero pedirte una  cosa, esto es lo más importante, lo que me dio el impulso final para dictar esta carta: que no te vuelvas a preguntar nunca si tienes derecho a hacer lo que haces conmigo porque estoy orgulloso y feliz de vivir con tres humanos buenos que se quieren tanto y que han decidido quererme a mi también. Me siento tremendamente afortunado.

Creo que he dicho todo lo que quería. Espero tener pronto ocasión de contarte más cosas, eso querrá decir que seguimos juntos viviendo las mil y una aventuras que hace mucho soñé en una aburrida mata de azucenas.

Un babosísimo abrazo,


Flinn 

                                                                                                                                                   


UN HOMBRO AMIGO 
(Autora: MANUELA BODAS)

No pensaba salir de su concha en muchos días. Los humanos, esos seres racionales, que son los únicos animales que hacen animaladas, andaban revolucionados.
Flinn no sabía el motivo, pero le daba miedo asomar y  ver desde su concha tanta irritabilidad. Claro que tuvo que salir para alimentarse.
Fue cuando un rayo fugaz con mucha luz, le deslumbró, estuvo unos segundos con chiribitas en los ojos. Comenzó a babear para pasar el susto, y se quedó observando durante un buen rato a un humano con un dispositivo acoplado a sus manos, del que salían rayos con mucha luz.
Chispazo por aquí, chispazo por allá, iba de una lado para otro con aquel artilugio que lanzaba rayos de luz. Flinn era muy curioso, así que a pesar de su lentitud, fue acercándose al humano Rayosluz y se colocó sobre su hombro, con mucho recelo, pues no sabía si al humano le haría mucha gracia que se le hubiera subido al hombro un “caracol, col, col, col, saca los cuernos al sol que tu padre ya los sacó y tu madre también los sacó”. Esa canción se la habían cantado muchas veces para que asomara y enseñara su cuerpo fuera de la concha.
Al humano Rayosluz, lejos de molestarle la subida de Flinn por su hombro, le agradó muchísimo su compañía, tanto que Flinn un poco atónito, pudo escucharle:

Blandito por dentro, duro por fuera,
no tienes alas, pero en mi hombro vuelas.
Recorres el mundo lentamente,
para tomarle el pulso a las cosas,
lentamente, recorres la vida,
para saborear el tiempo
y esconderlo en tu concha.
Blandito por dentro, como el cariño.
Duro por fuera, como la roca
que guarda en su vientre la amistad.
Te veo cada día, surcar espacios de ser,
espacios que fortalecen las fibras
que nos atan a los otros, a los demás.
Blandito por dentro, como un latido bueno.
Duro por fuera, para protegerte de los abismos
que ciegan las risas y las convierten en llanto.
Blandito por dentro, duro por fuera,
y lleno de átomos que nos emparientan.

Flinn agradeció a su manera, aquellas palabras que Rayosluz, parecía que le había dirigido a él. Viendo que al humano no le molestaba, siguió en su hombro. Así descubrió algo sorprendente y milagroso.
Rayosluz, daba vida en pequeño, a los otros humanos a los que había dado el fogonazo con el artilugio que brotaba de sus manos. Sí, sí, así como os lo cuento:
Resulta que mi buen amigo Rayosluz, es un gran mago. ¡Reproduce copias de los otros humanos en pequeño! Eso sí, en las reproducciones no se mueven, pero le salen genial, diría que algunos están mucho más bellos que en la realidad. Par mí, que Rayosluz con su magia, capta algo de ellos que no se ve a simple vista. ¡Eh, cuidado! No contéis este secreto, puede que a Rayosluz no le guste que se sepa nada de esto, no me gustaría perder su amistad. Aunque de todos modos, creo que debería hacerse público y manifiesto que Rayosluz hace una magia buena y  preciosa.


                                                                                                                                                


EL CARACOL 
(Autor: P.J. CHELMICK)

El despertador sonó estridente,  con esa prisa por hacerse el protagonista de la mañana, restando importancia al maquillaje del amanecer.

Se puso sus roídas zapatillas y tiró de las sábanas, ordenándome a toque de gallo mal criado que abandonara mi affair con Morfeo, ¡ qué sabría el de mi inclinación sexual¡.

Puse un par de rodajas del pan que todos los días sobraba en la tostadora; en la licuadora unos trozos de sandía con tomate, mientras la achicoria se escurría en la cafetera.

El agua de la ducha templaba la fría madrugada.

Escribí mi primera nota en el vaho del espejo: " No me gusta la esclavitud de las mañas".

Tras el desayuno, acomodé mi vestuario sobre la calidez de la crema hidratante, apreté el nudo de la corbata hasta que mi lengua empezó a ponerse morada, y entendí que todavía no había llegado mi turno del verdugo.

Cuando salí a la calle, cientos de operarios estaban levantado los edificios. que se negaban en el bostezo de sus ladrillos; doncellas de tiros largos planchaban aceras y carreteras; operarios con candelabros encendían los semáforos.

Nada había cambiado desde ayer.

Cuando el topo eructó las bocas del metro se abrieron, engullendo, en ese hambre de la dieta nocturna, a los amotinados obreros, que traficaban a sus puertas con cestas de dulces bañados en buenos días.

Ese día me bajé una parada antes, me apetecía caminar hasta la oficina.

En el atravesar un parque que no conocía, repleto de flores y verdes vivos, de exóticas hojas, y hercúleos árboles, a punto estuve de pisar un caracol que no me cedió el paso en el camino, no se dignó a disculparse, ni siquiera en dirigirme la mirada.

Posé mi cartera en el suelo, un segundo después de percatarme que la había dejado encima del charco de una boca de riego, crucé los brazos y llamé su atención con el tono más enfadado que pude poner.

Giró con recelo en mi dirección, levantó su babosa cara, y me increpó: ¿Algún problema?

- Te has jugado la vida-, le dije. Te has librado porque calzo un cuarenta y dos.

 Respiró profundamente, miró hacia mi cartera azul, que por momentos parecía el desagüe de una alcantarilla, por el agua que filtraba.

- Te la estás jugando tú-, me dijo serenamente. ¿No has leído las noticias? Tu empresa acaba de entrar en bancarrota.

Busqué en mis bolsillos las pastillas contra la adicción a la fantasía que me habían recetado cuando tenía once años, las había olvidado en la chaqueta que llevaba puesta ayer.

No podía ser, no sólo me estaba hablando un arrastra-conchas, si no, que además osaba decirme que estaba a punto de quedarme sin trabajo.

Conecté mi celular a la red virtual. Era verdad! Laboratorios Sinrazón, había declarado suspensión de pagos.

Me senté junto a mi cartera, lo que viene a ser, en el mismo charco, no importaba que el estancado líquido penetrara por mis pantorrillas.

Le miré, - tengo cincuenta años, ¿ qué voy a hacer ahora? ¿dónde encontraré otro trabajo?.

Empezó a ascender por mi pierna izquierda, por mi brazo izquierdo, hasta llegar a la cima de mi hombro izquierdo, se elevó un hacia mi oreja  haciendo apoyo en su carcasa, y me susurró al oído:

-En este parque el verde abunda todo el año, hay una taberna que tienen unos grillos en la que se montan unas fiestas totales, te puedo recomendar un par de cobijos que nada tienen que envidiar a la casa real, todo a cambio de tu cartera por mi concha.

Estaba desesperado, no lo dudé ni un instante, acepté de inmediato.

Medio minuto más tarde le vi alejarse con mi cartera bajo el brazo, con mis zapatos, mis pantalones, mi camisa, mi chaqueta, las llaves de mi casa, y mi vida.

A partir de aquel día nos saludábamos todas las mañanas, yo no tenía ninguna prisa, sólo me preocupaba de no coincidir en el camino con una rueda de bicicleta o un zapato superior a un cuarenta y dos.

Aprendí a vivir, que la vida son dos días, pero a mi paso, parecerían más que las siete de aquel gato que me hacía goteras en el tejado.

Por cierto, he conocido a una hermosa babosa de piel chocolate que me tiene arrastrado por el reguero que cruza el parque.

Dirijo un coro de parvulario, que todas las mañanas salimos a cantar aquello de: Caracol col col, saca los cuernos al sol...".



Colorín Colorado, este cuento se ha acabado.


               ________________________________


SENDEROS DE PLATA, AROMAS DE ABRÓTANO
(Autora: MERCEDES G. ROJO)


-          Por fin llueve. Pensé que no iba a poder salir nunca de esta cárcel en la que el largo y seco invierno me tenían secuestrado. Estoy deseando que este encierro acabe, estirar mis cuernos al sol y dejar que mi concha luzca por fin brillante y tersa, y para eso primero necesito la lluvia, vivificante, serena…  Espero que luego el tiempo no me falle y que también escampe y que, de nuevo el sol en el cielo,  pueda recrearme entre las hojas verdes y las flores.

-          Qué ganas tenía de que por fin este invierno tan largo y seco se derramase en lluvia sobre la tierra agostada y sedienta. Qué placer sentir resbalar este agua mansa sobre mi pelo, sobre mi cara, sentir como empapa mi piel, como la tierra se vuelve blanda bajo mis pies  y mi olfato se llena del aroma a tierra húmeda, del olor de las primeras rosas y de las plantas que pueblan el jardín, aromas de mi infancia que esta lluvia tan esperada hace revivir en mí. Qué placer poder pasear otra vez bajo ella.

Llueve.  Llueve  y llueve, tras la ventana, como en el poema de Antonio Machado. Llueve de forma continuada y mansa durante varios días seguidos, dando de beber a la tierra que permanecía seca y agrietada, casi sin vida; a las plantas que sufrían un retrasado crecimiento, de hojas mustias, de flores aún dormidas,… El paisaje parece recobrar poco a poco su verde y colorida lozanía.

Llueve, y parece más limpia la atmósfera que se lleva arrastrada por el agua las tensiones acumuladas durante muchos meses. Es vida el sol, pero cuando el agua no detiene de vez en cuando su camino, también lo malo se acumula en torno. Y ahora se respira, por fin, olor a limpio. En todos los sentidos. Naturaleza renovada, humanidad en calma.

Los pasos de la mujer se encaminan nuevamente hacia el viejo jardín que preside la ciudad y que ha visto pasar juegos, risas, llantos, desengaños…, de tantas generaciones. También la suya. Enreda sus pasos por la zona de la antigua rosaleda y descubre, sorprendida, que aún hay setos de abrótano dibujando los parterres entre los que jugaba cuando era una niña todavía. Es intenso su olor bajo los cálidos rayos del sol que secan sus hojas de la lluvia caía en estos días. Es intenso el olor con reminiscencias a infancias felices. Enlentece sus pasos, cierra los ojos y aspira profundamente ese aroma a abrótano, abrótano hembra que muy pronto verá salpicado su verde claro y ceniciento de pequeñas flores amarillas. Los recuerdos se abren paso en su cerebro y respondiendo a un antiguo impulso se agacha de repente y sus manos hurgan entre aquellas plantas cuya existencia parecía tener olvidadas. Y los encuentra.

Surgen entre los parterres buscando los rayos de sol bajo los que estirar sus dúctiles y gelatinosos cuernecillos, se arrastran entre las plantas paseando sus frágiles conchas que sin embargo les sirven para protegerse de lo que hay a su alrededor. Menos de las pisadas. Las pisadas crueles de algún desalmado que los estruja bajos sus pies regodeándose en el leve crujido de algo que se rompe sin remedio. Los recuerdos estallan en su mente a la vista de apenas unos pocos caracoles que han logrado salir adelante tras la pertinente sequía de tantos meses sin lluvia. Los hay de varios tamaños. Se inclina y con cuidado coge entre sus dedos el más gordo, la concha algo más dura que la del resto, más marcadas sus estrías, más potentes los distintos tonos marrones de la misma. Sonríe imperceptiblemente y con un gesto inverso y cuidadoso devuelve el ejemplar a la olorosa protección del abrótano que aún ni siquiera apunta el menor rastro de los botones de sus flores y observa como tras un rato – seguramente tras sentirse seguro – el molusco sale de nuevo de su refugio, estirando los cuernos y dejando un rastro de plata transparente en el lento avance de su paso. Como un relámpago le viene el recuerdo de las bolsas llenas de caracoles recogidas para su abuelo en las tardes soleadas de primavera, cuando el astro brillaba fuerte  tras la lluvia. En primavera. 

En días como éste. Caracoles que el mismo se encargaba de preparar con mimo antes de degustarlos. Ella nunca pudo.

-          Buff, menos mal. Pensé que no volvería nunca a arrastrarme entre esta acogedora mata que me proporciona su cobijo. Creí que hoy, aquí,  había acabado para siempre mi camino.

-          Por fin lo entiendo todo. Ahora sé porqué nunca fui capaz de llevarme a la boca un solo caracol a lo largo de mi vida. Ni cuando era chica de la mano de mi abuelo, ni ya de adulta en aquellas tierras andaluzas donde era plato estrella.


La tarde avanza. El sol brilla en un cielo límpido recién lavado por la lluvia que se ha llevado con las nubes todas las impurezas. En el suelo, entre el verde ceniciento y el aroma profundo del abrótano, senderos de plata guían pisadas invisibles al pasado.


                      _________________________________


EL VENDEDOR DE SONRISAS
(Autora: LALY DBT)

Hoy era el gran día.

alcalde se puso el traje, mandó engalanar la plaza y faltó poco para que  sacara su bastón de mando, que el Señor Flinn supiera quien mandaba en aquel pueblo.

Por fin llegaba  aquel héroe al que nadie conocía pero del que todos hablaban.

Algunos aseguraban haber visto imágenes que confirmaban sus relatos, otros decían que habían oído… que decían... lo cierto es que de la misma forma que llegaron sus historias, se supo también de su inminente llegada.

 Se oyó que era un diplomático llegado de tierras lejanas por lo que el  Sr. Alcalde contrató al hijo de Munda de intérprete, por ser el más listo del pueblo  para eso de las letras. Las mujeres se engalanaron con sus trajes típicos y ellos se afeitaron como si fuera víspera de fiesta.

Alguien contó que era un peligroso delincuente,  el cabecilla de una banda  que traficaba con dinero, hasta  que lo pillaron con las manos en la masa. Aseguró haberlo visto con los billetes falsos y cuando fue arrestado y metido en un furgón policial. Pero él, escurridizo como nadie, se fugó en el traslado y esto aumentó su fama. Eso hizo que los camorristas del pueblo también estuvieran presentes, deseando conocer a su héroe.

Otros aseguraban todo lo contrario, decían que era un santo. Hasta le vieron sobre  andas, rodeado de velones y alamares cuando le sacaron en procesión en la Semana Santa leonesa. Y aquellos que defendían su historia delictiva, aseguraban entonces que sería el preso liberado… que las historias, cuando uno quiere, encajan de maravilla.

Hubo quien dijo que era un tipo duro y bien armado bajo una coraza, esto lo negaba quien decía que era un tipo blando, más bien feo, baboso y para remate de males,  cornudo.


Y a todos ellos se oponían los que aseguraban que era un Don Juan, visto con caracolas tan hermosas que parecían  llegadas del Olimpo, que Flinn era un cotizado modelo y sus fotos corrían por las redes sociales,  motivo  por el que también las mozas del pueblo hoy se engalanaron y rociaron de colonia.

Se oyó que era un ser feliz viviendo entre algodones, mimos y juegos… según otros llevaba una vida arrastrada…. Le vieron caminar lento como un anciano y el pequeño Hugo, ante la burla de todos, aseguró que era un caracol y volaba  con el paraguas de Mary Poppins…

Y así el mito creció y creció, creyendo cada uno la historia que más le apetecía.

Hubo respiraciones contenidas cuando un coche paró  en medio del pueblo. De él salió un hombre de gran envergadura.

-Ése debe ser el guardaespaldas. Dijo el Sr. Alcalde, haciendo un gesto a la banda, que empezó a tocar, acompañada por el coro de la Iglesia.

-Ah no, es el fotógrafo oficial. Dijo al ver su cámara de fotos colgada al cuello.

Como nadie más salía del coche, las autoridades empezaron a impacientarse   en el centro de la plaza, por la que caminaba con la solemne lentitud de quien se sabe importante, un hermoso caracol, mientras aquel hombre le fotografiaba  ajeno a la expectación que su llegada estaba causando y sin saber que aquella charanga estaba dedicada a ellos.

Nadie se fijó en la presencia del animal salvo Hugo, el  niño que grito:

-Es él. Es Flinn ¿Lo veis? Yo tenía razón. Es un caracol!!!!!!!!

La gente miraba atónita al pequeño animal que se refugió en su concha al sentir tantos ojos clavados sobre él.

Los hombres gritaban enfadados por la estafa, las mujeres se santiguaban pidiendo perdón por aquellos que le llamaron santo, los niños reían divertidos al comprobar que su gran héroe anónimo era aquel caracol, inmóvil ante el circulo de pies que le rodeaban.


Hubo insultos y amenazas de los que aseguraban sentirse engañados.

-¿Qué burla es ésta? Que aparezca quien empezó a difundir esta farsa. Gritaba el alcalde fuera de control.

Todos se miraban sintiéndose culpables, porque todos  contaron alguna historia que habían oído, añadiendo algo para darle más color al asunto.

-No ha habido ningún engaño. Dijo el fotógrafo recogiendo con mimo al pequeño Flinn, ante las miradas furiosas que el alcalde le dirigía, mientras los niños le rodeaban y reían con él, viendo las fotografías que les mostraba, donde el caracol era héroe y villano y santo, enseñaba orgulloso sus cuernos, se arrastraba y volaba con un paraguas, era guapo y feo, duro y blando…

-Han sido ustedes quienes le han puesto cara, le han otorgado títulos y honores que no tiene. Solo un niño supo aceptarlo como era.

 -¿Por qué los mayores se enfadan si los héroes no son humanos? Preguntó el pequeño Hugo, la única persona del pueblo que esperaba ansioso a Flinn, aun sabiendo que era un caracol.

-Porque se les olvidado cómo usar la fantasía, inventar sueños para que otros se los crean y provocar sonrisas, le respondió el fotógrafo. 

_____________________________________


LA VIDA DE FLINN EL AVENTURERO
(Autor: LUIS FERNANDO GONZALEZ)


Muchos piensan que la vida de un caracol es fácil, que deslizarse lentamente todo el día sobre una suave alfombra de moco es el método de transporte ideal: ecológico, abundante y con pradera siempre lista para poderte deslizar; lo de la velocidad es secundario, todavía no hay competiciones donde poder apostar…

Lo de llevar la casa a cuestas también se creen que es algo fantástico y estupendo, pero también es pesado, todo el día de acá para allá (más acá que allá habitualmente), cargando con el mobiliario de cocina, habitación y baño sin más potencia que la que dé la triste lechuga que se pueda uno encontrar. Aunque bueno, alguno hay con suerte, como mi vecino de al lado por ejemplo, lleva doble concha y mobiliario de caoba, porque su huerta está plagada de coles que dan más vitalidad. Suerte de vivir en el patio de un jubilado proveniente de Bruselas y que tiene el huerto como un vergel, siempre húmedo y bien abonado.

Pero no, no se crean nada de lo que hayan leído o escuchado por ahí, la vida de un caracol de segunda como la mía no es nada fácil, aunque he de reconocer que un poco mejor que la de los caracoles de tercera sí que es. Caracoles pequeñajos, hacinados, que puedes encontrar en terrenos baldíos o emboscados entre zarzales, sin huerto al que acercarse y cuyos mejores amigos que se les conocen son las babosas oscuras que siempre buscan un lugar vacío donde alojarse.

Pero ustedes disculpen, he empezado mi perorata quejándome como un perro sin su hueso, como una rana sin su mosca, como un mosquito sin su sangre… (hay que ver la cantidad de porquerías que comen algunos animales), y mirándolo bien, en realidad tampoco he tenido tan mala suerte, más bien al contrario, he tenido la fortuna de que me adoptara un humano, un niño como los llaman ellos, que me tiene en palmitas; si si, literalmente pues me paso la mayor parte del tiempo en la palma de su mano y gracias a ello he podido disfrutar de experiencias que ninguno de mis congéneres podrá nunca experimentar.

Como decía antes, mi casa, que siempre llevo a cuestas, esta amueblada de una forma sencilla pero con estilo, y mi dueño, ese niño del que os hablo, muchas veces dice que me lleva a casa, qué gracia me hace, no tiene ni idea, lo que él llama casa no es más que meterme en una jaula enorme con comida en el suelo, en las paredes y a veces hasta en el techo, estoy del color verde hasta el cuerno más largo que saco cuando sale el sol.

Pero como soy un caracol optimista, me quedo con lo positivo y mi fea jaula es compensada por los momentos de viajes que disfruto con toda intensidad. Aprovecho los días que me saca y un día soy un surfista aventajado que navega en la cresta de la ola como nadie, otro día soy el mejor portero que se pueda encontrar a este lado del reguero que riega el huerto, hay veces que voy de compras y ya sea un vestido fino o unos zapatos de tacón puedo asesorar de forma ideal. Me plantearé algún día ser eso que llaman “personal shoper”. Y claro tanta salida y juerga nocturna tiene sus consecuencias, en más de una ocasión me han tenido que llevar en un coche policial y con tan mal cuerpo que cuando me sacaban estuve a punto de vomitar. Menos mal que aparte de todo
esto, para el resto de los caracoles soy un molusco de lo más sensato y cabal. En más de una ocasión me han visto merodear por lugares santos y abrazar la cruz como un obispo en día de procesión.

Supongo que no me creeréis, que un simple caracol de segunda como yo es imposible que pueda vivir tantas aventuras como estoy contando, pero teniendo en cuenta a la velocidad en que me muevo y los pocos años que nos aseguran que vivimos, cada día que salgo de la casa jaula es como una semana de vida humana. 

Algo así me explicó el padre de la fuerza oscura el día que por casualidad lo encontré cara a cara encima de la mesa. Estuvimos charlando casi media hora y pude comprobar que su atracción era terrible.

Y bueno, aquí dejo un poco mis memorias, soy joven aún y todavía me quedan muchas aventuras por vivir, quizá en un futuro no muy lejano pueda viajar hasta el espacio, montar en avión o que me saquen hasta en un relato. ¿Quién sabe?
Tengo que empezar a soñar…


No hay comentarios:

Publicar un comentario

cuentocuentoscontigo@gmail.com

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *