La carta es la manifestación estrella del género epistolar. Un género que, a pesar de la enorme vigencia que ha tenido, se va perdiendo poco a poco condenado por las TIC. Sin embargo los elementos fundamentales de este género permanecen y no podemos olvidarlos. Por tal motivo 15 colaboradores de CUENTOS CUENTOS CONTIGO, se han sumado a la propuesta de escribir una carta con destinatario libre para compartirla con todos nosotros. En este caso os ofrecemos una primera entrega con las 5 primeras cartas recibidas.
CARTA DE P.J. CHELMICK
A vos, Inolvidado estío,
nacen
vestidas de luto las palabras que os envío, duelo de su propia muerte,
grabadas en este lacre negro, cruces de esta distancia,
esperanza de que en vuestro tacto sean oxígeno, como si una y otra vez
perdieran la virginidad en vuestra mirada, como si se bautizaran en vuestros
labios, aves...en esos vuelos pronunciados, surcando esos cielos de cueva cuando
rozan el paladar, en ese cerrar el aire del secuestro entre los dientes, palpitando
sobre la lengua en ese naufragio de vuestra boca, respirando la vida de vuestra
voz, pues vida es resucitar en vos la palabra muerta.
En ese arrebato de vuestro vació en
mis manos, he quemado en la chimenea las
sillas, imposible ya sentar la cabeza; a su fuego he arrojado las vigas, ¡¿
quién pide candiles habiendo estrellas?!; en sus llamas se han extinguido los
libros, por fin duermen tranquilos los molinos; han prendido en sus brasas las lamas
que la noche me ocultan, ya no pide permiso el amanecer; todas las telas se han
calcinado, los fantasmas se pasean desnudos; consumidos los retratos en las
ardientes caricias, de nuevo inventar una vida, sólo quedan vuestras
cartas, ...ellas...o morir en este invierno.
Falso puede parecer el juramento de mi palabra,
pero testigo es de mi verdad la sangre que en mis manos mana al robar de las
rosas su aroma. Sin ser dogma de fe, no es falta de ese plasma la anemia que mi
corazón padece, es la ausencia de vuestro ser la causa de esta palidez, por
vivir de esta vida la noche en el ausente día de vuestro tacto, que sólo mis
párpados encoge por este adiós perenne que fija mi pensar intacto en el duelo
de vuestros labios, vestidos de calas negras, tristes residuos de las palabras
muertas.
Las lágrimas de vuestra redención, al romper contra
esta mi prisión del corazón, desánimo han sido de serrar los lazos de esta
pasión, sabedora del acantilado que secuestra vuestra ausencia, en esta
condena…de un día. Mas siempre… un día más, horado estos muros, que no de
piedra, son de tiempo sin vos, excavando en mi memoria este túnel de distancia,
donde mis sentimientos se desgarran removiendo cada recuerdo que avanzo,
sepultada por los derrumbes de mí conciencia, desescombrando el silencio en
cada noche, donde mis palabras buscan la luz final, ese amanecer de libertad en
vos.
Mo me busquéis, en el misterio de la gruta virgen,
penetrando en el silencio de mi alma, estremecida entre las sombras, donde se
distorsiona la proyección de mi presencia, descifrando los grafitis de este
averno, guardianes del enigma de mi existencia sobre las fosilizadas lágrimas
convertidas en aguijones bajo los pasos. Avanzad sobre el guano del camino, secreciones
de mis sueños, allá donde lloran las estalactitas, esquivando las calaveras que
revelan en su mirada todas las reencarnaciones de mis muertes, y en el fondo, allá
donde la montaña ciega la huida... mis huesos... esperando ser injerto en
vuestro corazón... brotes de la carne.
Cuando todas las sombras me hablen os desgranaré en
mi palma, deshaciendo las hebras de las telas en los labios, en ese canuto de
pieles aspiraros muy adentro, ese fuego de caricia que se consume fuera y arde
dentro, inyectaros entre mis brazos en ese teñir de la sangre de la savia
caliente, diluido polvo blanco, en mis ojos cabalgando vuestra mirada a lomos
de un unicornio. Abandonarme al sueño de bañarme en el arcoíris que nace en
vuestros labios, y muere…en mis venas.
Tengo ese
sueño, ese sueño de vos, ese sopor sobre vuestro párpado, esa somnolencia
mecida en vuestro labio, ese dormitar en el vientre. Hoy tengo esa nana, esa
nana, latir del corazón, esa narcosis de vuestro beso, esa hipnosis del
jeroglífico de vuestra yema, esa anestesia, eco del pulmón. Tengo esa soñarrera
vigilia de vuestros sueños, esa modorra de luna, dormid... que yo no sueño en
despertar de este letargo... en vuestro recuerdo.
No
deseo amaros en el cielo... ya bajo la tierra,
quiero
desnudaros en este infierno y arder en la piel... antes de ser cenizas.
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CARTA DE ISAMIL9
Viernes de otoño contigo.
A ti, que sé, me sabes,
y que sabes a noviembre.
Te pienso y se
me llenan las manos. Estas manos que te hablan siendo, sin
saber de
calendarios, de cumplidos, de liturgias obligadas, del aguardar inútil. Te
dan lo mejor
que puedo ofrecerte, palabras, todas, todas en la forma y fondo que
prefieran tus
dedos, esos a los que ruego llegar para quedarme.
Te pienso y
los huesos me crujen como crujen los palos en invierno, porque
son los tuyos
los que quitan sin querer, todos los que han ido atravesando otros en
mis ruedas
para desnucar el sentido de mi vida, y volverme cuerda cuando yo lo único
que he
querido, cuando he amado, es perderlo y volverme loca, pero no por el otro,
sino con el
otro, forjando un “nosotros” sin olvidarnos el tú y el yo.
Te pienso y se
me pone la sonrisa tonta, y sube la marea en mi vientre vacío,
entre una
mirada hueca y un pecho que ha hecho aguas sin más pecado que el de
darse a
bocajarro, y por la boca morir. Pronunciar 5 simples letras me ha condenado
a pena de pena
más de una vez. Te amo, no es te quiero, y te quiero, no es yo
también.
Te pienso y no
quiero más que leerte y releerte, y que hagas de mis arrugas
borrón y
cuenta nueva. Quiero echarte de menos, que no me eches de más. Quiero
sentir que me
intuyes sin parabienes, y que te enredas en mi duermevela cotidiano,
que somos
manta aún por tejer.
Te pienso y no
quiero más que volver a escribirte, que el final de esta carta
sea el
preludio de todo. De ti conmigo, de mí en ti.
Y solo me
queda amor, lo más complicado, arrancarle a las calles la dirección
donde he de
enviarte estas letras, saber en qué silencio te hospedas, dónde me
estás
esperando. Porque no puedo mentirme y negar que hoy, hoy también te
pienso.
Ela
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CARTA
AL SILENCIO DE SOCO RAMOS
Querida mía: el abismo que nos
separa es tan profundo que dudo de que esta carta tenga sentido para ti. Pero
no me resisto a escribirla. No, no me resisto a decirte que sigo amándote como
el primer día. Más, mucho más. Como todos los años de nuestra vida juntos.
“¿Cómo puede ser posible tanto
amor…?
Me pregunto mientras paso la mopa
por el suelo que tus pies en raras ocasiones pisan.
¿Cómo puedo quererte día a día sin
que el cariño se agote, se marchite…?
Me pregunto mientras recojo la ropa
del tendedero y plancho tus blusas y mis camisas; mientras peino tus cabellos
blancos.
¿De dónde brota este manantial de
amor puro, que jamás se extingue…?
Me pregunto mientras trituro las
lentejas con la Minipimer, mientras anudo la servilleta alrededor de tu cuello,
mientras acerco la cuchara a tu boca que se resiste a abrirse.
Y me he puesto a temblar agobiado por culpas
antiguas.
Tal vez he ido atesorando, sin
saberlo, abrazos que no te di, ternuras que te negué, sonrisas que no llegaron
a florecer.
He descendido, por fin, al centro
de mí mismo He mirado en los rincones que creía vacíos y he hallado intacta la
riqueza de los afectos.
He subido con ellos hasta la
superficie en la que flotas a la deriva y te los he ofrecido. Pero no te has
dado por enterada. Igual que pretendías ignorar mis desatenciones. “Debilidades de hombre”, “aventuras sin
importancia”, “pequeñas infidelidades”. Decías bien: “pequeñas” porque hoy sé
que nunca hubo otro amor en mi corazón que el que sentía por ti.
Y aquí me
tienes ahora, con mis sentimientos incólumes. Con el amor de la época en la que
nos conocimos. Con mi amor de novio. Con mi pasión de recién casado. Sí, pasión…
Pasión… Pasión… porque hoy me apremia el deseo de tu cuerpo con el mismo
frenesí arrebatado de nuestros encuentros clandestinos. Tu cuerpo al que llamo
con el calor del mío sin que me responda, como no me responden tus ojos ni tus
labios.
Tu ser ya no es
capaz de responderme con la entrega trémula de la primera vez. Fue antes de
casarnos ¿Recuerdas…? No. No puedes recordar. Soy yo quien debe recordar por
los dos aquel atardecer que nos pareció una amanecida, la inauguración del día.
Revivo el momento sublime en que te abriste para mi como una flor y toda tu te
estremeciste al recoger en la tibieza de tus pétalos de carne mis temblorosas
gotas de rocío.
Y no te importó que el mundo te
juzgara pecadora porque tu mundo entero era yo.
Fuera de nosotros sólo existían las
estrellas”
Sueño… mientras paso la mopa por el suelo que tus pies en raras ocasiones
pisan.
Sueño… mientras recojo la ropa del tendedero y plancho tus camisas y mis
blusas; mientras rasuro tus mejillas de anciano.
Sueño… mientras trituro las lentejas con la Minipimer, mientras anudo la
servilleta alrededor de tu cuello, mientras acerco la cuchara a tu boca que se
resiste a abrirse.
Sueño… que esta sería la carta de amor que me escribirías si mi mente se
hubiera apagado y la tuya permaneciera lúcida.
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CARTA DE ANA SANTAMARIA
Querida madre:
Hoy me han permitido unas cuartillas y un lápiz y
las daré el buen uso que se merecen, que a buen seguro sé que usted sabrá
apreciarlo.
Le contaré que la vida aquí es bastante
disciplinada, con un férreo control, con dos comidas diarias y muchos momentos
para la distracción. A veces pienso que las personas que estamos aquí somos
como animales estabulados. Por otro lado, creo que el pensamiento menos errado
es el de que he tenido mucha suerte de acabar aquí.
Madre, no quiero que culpe a la señorita Moresco
de mi situación. Jamás uso artimaña o treta alguna en mi persona. Si existe
algún culpable de que esté en este manicomio, soy yo, no ella o sus supuestos
brebajes o hierbas malsanas. Ella tan solo es otra víctima más de esta absurda
guerra, de esta sociedad. Ojalá algún día todo esto cambie.
Pienso en las penurias que se viven fuera de
estos muros y puedo considerarme un hombre afortunado. A veces nos llegan
noticias de fuera. Muchos son los que han muerto por causas indefendibles. Mi
batalla era en nombre del amor y la he perdido. En cuanto a la señorita
Moresco, madre, espero que me haga llegar noticias suyas, que su familia la
haya tratado bien y tenga mejor suerte que yo.
Gracias al esfuerzo de su hermano, mi estimado
tío don Santos, pueden permitirse mi estancia aquí. Siempre está bien visto
contar con algunos reales bajo el jergón, sacan de apuros.
Aquí solo se permiten visitas en ocasiones muy
puntuales. Está próximo a venir el Año Nuevo y tal vez sea posible que venga
usted o padre o quizá Manuel, que ya sabe que le tengo cariño a mi hermano más
chico. Si es posible, le rogaría que me trajese las fotografías de cuando
estuve en la embajada, pues aquí no creen que trabajase allí.
El tiempo es frío. Salimos un par de veces al día
al exterior. Son unos jardines amplios, incluso las monjas tienen sembrado un
pequeño terreno a modo de huerto que dio unos tomates exquisitos este verano. ¡
Cuánto me hizo recordar el huerto del abuelo Julio¡, ¡ Con qué mimo lo cuidaba¡.
En el interior, hay buena temperatura. Aquí se
preocupan por nuestra educación. Un par de horas al día nos enseñan las reglas
elementales. Gracias a dios y a su esfuerzo,, madre, yo se leer y escribir, y
por eso, me permiten que pase tiempo en la biblioteca. Es un lugar con muchos
libros. Seguro que si viene por aquí y me permiten que se lo muestre, será tan
de su agrado como del mío.
Madre...se me hace un nudo en el estómago. Siento
pena por no poder abrazarla, por no compartir mesa y tertulia con los míos. No
veo el momento en el que pueda hacerlo posible.
Hace unos días tuve flojera de vientre. Dicen que
algo me sentó mal. Aquí ya no estaba la señorita Moresco para echarla las
culpas de mis malestares. No sirvió de nada. En esos días me repusieron a base de caldos insulsos. La naturaleza
sabia obró cuando lo creyó justo y aquí me tiene, dando cuenta a estas
cuartillas y echando de menos esas patatas con unto tan ricas que usted hace.
La nostalgia, la rabia, el dolor, son mis
compañeros aquí. No se sienta mal por mis palabras. No son solo las de un loco.
Es bien seguro que los locos están fuera, vigilando a los tristes que aquí
moramos.
Madre, se me acaban las cuartillas y el tiempo de
ocio. Es mi deseo que usted siga bien cuando lea la presente. Con un abrazo, se
despide
Suyo, su hijo Gregorio
Toc toc…
Vaya forma de comenzar una carta, y es que necesito que
abras y me entiendas, que perdones la soledad de tu partida.
No podía acompañarte, no era el momento, no era una cuestión
de amor pues mi amor se mantiene, no era una cuestión de miedo, bueno, si tenía
un poco, me dejaste helada cuando me pediste que te acompañara, que no querías
marcharte solo, pero tú sabes que no era eso. No era mi tiempo.
Toc toc… tantas lunas mirando al cielo llamándote…
Hoy es nuestra noche, la noche que te espero, y preparo ese
rincón de la casa para recibirte, coloco tu foto con esa sonrisa que brilla en
tus ojos y que en tu boca solo sabe ver quien te conoce, la miro y no deja de
perseguirme el recuerdo de esa larga noche de tu despedida, te fuiste un mes
después, pero ya no eras tú.
Toc toc… abre las puertas del cielo que aquí te espero.
He puesto tu altar con flores y luceros, con la comida que
te gusta, con mil recuerdos, ven a reír conmigo, a sostener mi mano, déjame
fundirme en la paz de tus brazos, déjame mirarte y decirte a los ojos que te
amo, cántame una canción mientras duermo en tu regazo y me vuelvo niña, solo
una noche papito déjame estar a tu lado.
Tu hija que te espera.
2 de noviembre de 1017.
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