miércoles, 6 de enero de 2016
"OTOÑO AVANZADO" (Autor: MARCELO OSCAR BARRIENTOS TETTAMANTI)
Salí a pasear. León, avanzado el otoño se cierra por la tarde,
como una gran flor.
Solitarios como yo deambulan ventilando agujeros del alma.
El frío recoge una cesta de sonrisas tapadas por gorros y abrigos.
Me senté en un banco, y vi como unos niños jugaban dando a
entender que ellos, y solo ellos, lucharían contra el silencio que
poco a poco iba cubriendo la calle.
Retomé el paseo que me llevaba a caminar por un suelo
pedregoso de pensamientos, de vacío.
Había tenido un mal día, uno más, y cuando la pena anida nos
pone un cristal negro sobre los ojos.
Arrastrando una monotonía que rebotaba en cada una de las
miradas que me cruzaba la gente, que llevaba la cabeza como
capullos de flores sobre un cáliz de bufanda.
Llegué a la puerta de un bar, un poco de calor me daría la fuerza
para volver a casa.
Al entrar noté que aquel ambiente rezumaba una atmósfera
distinta a la exterior, había calidez humana. En un rincón una
joven de enormes ojos azules, afinaba un violonchelo.
Busque un lugar para quedarme, aquella imagen actuó en mí
como un ancla o un imán.
La joven empezó a tocar. Una tras otra acompaño las notas con
las más dulces y sentidas expresiones faciales. Como un hilo
invisible con la aguja enhebrada, iba cosiendo a este puñado de
anónimos desconocidos que le escuchábamos .
Era todo tan bello y tierno que cayó como un mazazo a mi
tristeza de aquel día. Se diluía tema tras tema.
Frotando las cuerdas, la joven violonchelista lograba excavar en
mi interior y hacerme sentir un cierto placer por estar vivo, que
llevaba mucho tiempo sin catar.
Paseaba mi vista desde la voluta a la pica, me balanceaba en el
arco, el sonido era casi una voz humana.
El té verde caliente empaño mis gafas y mis ojos aprovecharon
para soltar una lágrima.
En una mustia tarde de un avanzado otoño un violonchelo sirvió
de ataúd a mi tristeza.
Por lo menos ese día volvía a casa sacudido y feliz por unas
cuerdas y unas manos diestras. Aquella joven sin saberlo me
había puesto la primera sonrisa del día.
El otoño en mí, retrocedía.
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