Era tarde y la luz oblicua del sol de retirada bañaba con sus rayos toda
la estancia, mientras Athina permanecía sentada en la bailona mecedora de
madera de la abuela, desde la que el reconfortante sueño de hacía un rato aún
no la había abandonado; pues Morfeo, como buen dios de la simulada muerte, hace
pesados los párpados y ligeros los sueños.
Se
levantó, aún con cierto sopor, y se dirigió lentamente hacía la luz, como si
buscara el origen de sus rayos. Pasó delante el opaco cristal del mirador,
desde el que pudo verse a sí misma, como en un oscuro espejo; y, al otro
lado, pudo observar, sobre la pequeña
mesa de té, aquel rostro de asimétrica arquitectura que parecía contemplarla
ensimismado. Abrió la ventana y descubrió ante sí una imagen, de impactante
visión, extrañamente cercana y reconocible, sin haber averiguado siquiera aún cuál
era el motivo de esa familiaridad que le provocaba su visión.
Se fijó minuciosamente en ella y encontró que, ante sí, se hallaba la
disparidad, el esquizofrénico sentido de las cosas, el versus radical, la
dualidad más absoluta.
A un lado de su
rostro, la paz, el relajado gesto, la mirada serena…; de otro lado, el enfado,
el rictus severo, la mirada de enojo y
el perfil airado. Por la forma de su cabeza, de marcada y aguda tendencia,
casi piramidal, parecía querer alcanzar el cielo en un extraño movimiento
ascendente, al mismo tiempo que hacía caer hacía el rostro, como en una inmensa vaguada, todas sus curvas y rectas
ensambladas y cosidas en el aire.
De nuevo, se fijó con mayor curiosidad y, de pronto,
halló la verdad de aquella figura, ¡ se encontró a sí misma ! en aquella efigie,
en aquel busto de reina egipcia, que sorteaba, con su pétreo color de bronce
envejecido, la escasa luz del atardecer para mostrar todo su esplendor; y, en
ese momento, le descubrió lo que ella era y lo que realmente todos somos; pues
todos llevamos en el alma dos momentos cercanos a la locura, uno nos llena de placer,
de gozo, de paz…; el otro nos arrastra al fango del error, del error humano,
pero ambos son parte inequívoca y necesaria de un mismo y bello rostro, el
rostro de la vida…
Relato creado para la sección "poniendo historias"
e inspirado en la obra de la escultora Charo Acera
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