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domingo, 28 de febrero de 2016

EL ROSTRO DE ATHINA (Autora: CHARO DE LA FUENTE)



Era tarde y la luz oblicua del sol de retirada bañaba con sus rayos toda la estancia, mientras Athina permanecía sentada en la bailona mecedora de madera de la abuela, desde la que el reconfortante sueño de hacía un rato aún no la había abandonado; pues Morfeo, como buen dios de la simulada muerte, hace pesados los párpados y ligeros los sueños.
Se levantó, aún con cierto sopor, y se dirigió lentamente hacía la luz, como si buscara el origen de sus rayos. Pasó delante el opaco cristal del mirador, desde el que pudo verse a sí misma, como en un oscuro espejo; y, al otro lado,  pudo observar, sobre la pequeña mesa de té, aquel rostro de asimétrica arquitectura que parecía contemplarla ensimismado. Abrió la ventana y descubrió ante sí una imagen, de impactante visión, extrañamente cercana y reconocible, sin haber averiguado siquiera aún cuál era el motivo de esa familiaridad que le provocaba su visión.
Se fijó minuciosamente en ella y encontró que, ante sí, se hallaba la disparidad, el esquizofrénico sentido de las cosas, el versus radical, la dualidad más absoluta.
A un lado de su rostro, la paz, el relajado gesto, la mirada serena…; de otro lado, el enfado, el rictus severo, la mirada de enojo y  el perfil airado. Por la forma de su cabeza, de marcada y aguda tendencia, casi piramidal, parecía querer alcanzar el cielo en un extraño movimiento ascendente, al mismo tiempo que hacía caer hacía el rostro, como en  una inmensa vaguada, todas sus curvas y rectas ensambladas y cosidas en el aire.

De nuevo, se fijó con mayor curiosidad y, de pronto, halló la verdad de aquella figura, ¡ se encontró a sí misma ! en aquella efigie, en aquel busto de reina egipcia, que sorteaba, con su pétreo color de bronce envejecido, la escasa luz del atardecer para mostrar todo su esplendor; y, en ese momento, le descubrió lo que ella era y lo que realmente todos somos; pues todos llevamos en el alma dos momentos cercanos a la locura, uno nos llena de placer, de gozo, de paz…; el otro nos arrastra al fango del error, del error humano, pero ambos son parte inequívoca y necesaria de un mismo y bello rostro, el rostro de la vida…


Relato creado para la sección "poniendo historias"
 e inspirado en la obra de la escultora Charo Acera

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