Soledad
siempre tuvo maneras entre diva puccinesca y reina del drama,apuntaba maneras
ya en el vientre materno cuando Doña Manuela, afanada en tener su casa como un jaspe
y con una tripa que la hacía demasiado torpe para casi todo, percibía a su
vástaga moverse cual princesa soldado; no en vano en su parto su llanto de
presentación tenía los matices sufrientes propios de Turandot.
Siendo hija
única es bien sabido que el dramatismo vital se multiplica exponencialmente, no
puedes compartir dramas con nadie y eso te hace tomar maneras de prima dona de
todas las historias familiares.
Y
así creció Soledad, acumulando dramas y cuentos, que se tornaron de amor en la
adolescencia, de libertad en la juventud…Eso la hizo una excepcional contadora
de historias a sus muñecos primero y a
sus amigas del cole después, historias que adornaba con tanto primor que los y
las oyentes viajaban inevitablemente con
ella al país de nunca jamás en cuanto traspasaba el “Erase un vez”.
Tenía
Soledad veinte años cuando tuvo el gusto
de conocer a otra contadora de historias excepcional, KarenBlixen,
cuando sentada en la butaca 8 de la fila 10 del Trianón , fue al estreno de Memorias de
Africa, lo que sin duda fue todo un descubrimiento vital y donde oyó por primera vez la frase que la obsesiono
por mucho tiempo .” Yo tuve una granja en África, al pie de las colinas del
Ngong”...
Salió
del cine con la idea de que la suma felicidad era un granja en África y un amor
en libertad (tenia veinte años y lo creía todo posible…), y así empezó a
planear su vida en torno a esa idea, dejo su carrera de letras (ser una
cuentacuentos tan afamada la empujo inexorablemente al proceloso mundo de la literatura), se hizo ingeniera agrónoma por eso de que la granja
además de felicidad le diera de comer.
Un
día de julio, sin habérselo propuesto como suele suceder en las cuestiones de
cupido, estando en su huerto ecológico que tarde o temprano trasladaría cerca
del Ngong, se topó con Manuel, que se presentó como regador profesional, alimentador de verduras, hortalizas y demás
productos de la tierra.
Con
sus grandes manos y su mucha labia de buen regador, meses después se llevó a
Soledad a su propio huerto…
Y
se sucedían los días y Soledad cultivaba la tierra y también la nostalgia…
África parecía alejarse cada vez más, así y sobre todo en verano, recién levantada corría a la cerca y allí sentada
apoyada en un sauce llorón, se imaginaba su granja en África. Se imaginaba
contando historias cada noche e imaginaba a Manuel a sus pies escuchando con un
interés inusitado, se imaginaba una vida de película, y así tras unos minutos
de perderse en África retornaba a la casa y empezaba los días con la esperanza
de que algún día traspasaría la cerca y llegaría a África.
Manuel, como buen regador y conocedor del arte del agua,percibía las emociones con la misma rapidez que
detectaba la deshidratación de las espinacas, es decir a golpe de vista. Observaba como su mujer se perdía en la nostalgia,
como la tristeza del sueño malogrado iba conquistado su voluntad doblegándola,
y con el ánimo de quien profesa amor de los de verdad, Manuel busco la forma de
que Soledad enterrara la nostalgia y viviera el presente.
Y
aquella mañana de domingo de agosto, calurosa, seca y extrañamente luminosa, tras un devaneo erótico festivo con su Manuel,
Soledad, semidesnuda,
corrió como todas las mañanas de verano
de los últimos años a la cerca con el deseo aun latente…De repente, al llegar a su sauce,
descubrió asombrada que másallá de la cerca se extendía una plantación de café
y que al fondo se dilucidaba lejanamente una montaña absolutamente igual que el
Ngong; alucinada se froto los ojos… tenía que ser un
sueño, de repente su granja estaba en África…..Increíble!!!!!Su
corazón empezó a acelerarse; salto la cerca, empezó a correr por el cafetal y comenzó a oír una melodía que lo invadía todo “SIAWE…NANADU…SIAWEEEE”””
Empezó a gritar: Manueelllllllllllll y su esposo, que la observaba desde la puertade la casa, la sonrió, se fue aproximando a la cercay la salto. La cogió de
la mano y recorrieron el cafetal.
Manuel percibió con la rapidez
del buen regador que la nostalgia había desaparecido del corazón de Soledad.
Ella,
aun alucinada por el sucedido, se preguntaba cómo era posible que ese sueño
fuera tan real, y entonces, de vuelta a la casa,
pues el calor hacia insoportable el deleite
in situ, en el porche sentados en la escalinata de acceso, Manuel le explico que además de regador y
amante esposo era liquidador de nostalgias y que hacía años que no ejercía de
de tal porque el amor las fulmina y desde que se prendo de ella, de sus
historias, de sus sueños, de su piel
había perdido la noción de lo que era sentirla.
Manuel se dio
cuenta desde la primera visita de Soledad a la cerca que la nostalgia acabaría
con ella y decidió intervenir haciéndola querer cada día y cada vez más esa
granja en África, ejerciendo así de avezado liquidador de nostalgias,
provocando un ejercicio de amor que solo llegó a ser suficientemente intenso
aquella mañana de agosto cuando la finca colindante a su granja.donde toda la vida se cultivaron patatas, se convirtió en un hermoso cafetal.
Conmocionada por las palabras de su esposo, se
abrazó a él, y comprendió, que la granja en África, que las historias contadas,
que los dramas y que la vida se encierran en un hueco haya dentro entre el alma
y el corazón. Sintió que la felicidad tiene nombre de tierra, la que se habita
en los sueños por cumplir.
Y así fueron
felices y no comieron perdices porque eran vegetarianos así que se decantaron
por unas setas a la plancha…
Maravilloso relato. Gracias Noemí
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