composición artística de Ana Mª Loreto
Este relato fué elegido en la sección "poniendo historias" del mes de marzo, por Ana Mª Loreto para representar la historia de su composición artística
La mudanza
había terminado. Después de un mes moviendo cosas de un lado para otro, por fin
estaba todo en su lugar y podían volver a trabajar de nuevo con normalidad.
Tenía ganas. Para Fernando su trabajo era puro disfrute y ese parón obligado
por cambio de local debido al aumento imparable de actividad y de personal se
le había hecho eterno. Solo quedaba colocar una cosa, el cuadro que
representaba el lema de su empresa; un caracol, una ramita y una hoja
traslúcida colocados sobre un papel con mucho mimo formando una curiosa y
delicada composición que transmitía armonía y equilibrio. Para Fernando
aquellos elementos eran una reliquia símbolo de la esencia de su pasión, de su
trabajo y de su vida.
Justo en la
entrada, dando la bienvenida a quien llegara a sus oficinas, colgó el cuadro y
sonrió. Siempre que lo miraba se trasladaba durante unos instantes a la tarde
en la que encontró aquellos tres elementos que le dieron la clave para
descifrar el enigma que le ocupaba desde hacía tiempo.
Tenía
dieciocho años. Había terminado los estudios preuniversitarios con gran éxito y
muy buenas notas, pero llevaba unos meses sin saber qué hacer. No se decidía
entre seguir estudiando o ponerse a trabajar. Tenía a su familia preocupada
porque no acababa de tomar una decisión y, mientras tanto, a todos les parecía
que estaba perdiendo un tiempo precioso. Pero él no lo veía así. Estaba ocupado
pensando a qué quería dedicar su vida, y eso le parecía un asunto lo
suficientemente importante como pararse a pensar unos meses. No sabía que
estudiar o en qué trabajar, era cierto, pero si tenía claro que no quería
terminar como la mayoría de las personas que le rodeaban en su familia, en su
barrio, en su ciudad… No quería convertirse en una persona monótona y aburrida,
que caminara mirando para abajo al suelo o al móvil, corriendo siempre de un
lado a otro, con prisas para llegar a todas partes, como queriendo alcanzar lo
que está por llegar, perdiéndose lo que está ocurriendo. Y no solo sabía que no
quería convertirse en una persona así, sino que además sabía que quería
dedicarse a algo que ayudara a cambiar a las personas de su familia, incluso de
su barrio, incluso de su ciudad, incluso, por qué no, que ayudara a cambiar a
personas del mundo entero.
Pero por más
que pensaba no lograba dar forma a aquello con lo que poder conseguir su
objetivo.
Daba largos
paseos por las mañanas y por las tardes pensando mientras observaba los
árboles, las piedras, los pájaros, los insectos, la lluvia, la danza del
viento, los cambios de estación y todas aquellas pequeñas cosas que le pasaban
desapercibidas a la mayoría de las personas por ir con prisa, por no saber
pararse a contemplar.
Y entonces,
aquella tarde que parecía una tarde más de paseo, pensamientos y contemplación,
ocurrió la magia y Fernando lo vio claro. Sentado sobre un tronco observaba el
lento caminar de un caracol que avanzaba sobre una hoja maravillosamente
perforada por el paso del tiempo. Y mientras disfrutaba viéndole caminar pensó
que el caracol no tenía ninguna prisa, al igual que el resto de la naturaleza
que, con paciencia, había obrado el milagro de la belleza de aquella hoja sobre
la que avanzaba el caracol. Unas palabras vinieron entonces a su mente, y sin
apenas pensarlas las pronunció en alto: - Lento desarrollo tu tronco, lento
paso, un soplo de lluvia y ante tiel milagro del encaje…..
Y entonces
sucedió ¡Eureka! Ya sé a lo que quiero dedicar mi vida. Voy a ser constructor
de caminos. Haré caminos llenos de belleza y detalles, caminos llenos de curvas
para que no se pueda ver lo que está por venir y así obliguen a detenerse en lo
que está sucediendo. Caminos llenos de sorpresas, melodías y sonidos. Caminos
que enseñen a quienes los recorran a disfrutar de cada paso, a detenerse a
mirar y escuchar. Caminos para pararse. Caminos que no lleguen a ningún lugar
concreto, lo mismo podrán comunicar dos lugares como terminar dónde empiecen,
porque lo importante de mis caminos no será el final, sino cada paso que lleve
a él.
Y así fue.
Desde aquel día estudió, trabajó y estudió más hasta que supo lo suficiente
para construir los caminos más bellos del mundo. Poco a poco su fama se
extendió y construyó caminos en parques, en bosques, en jardines, a la orilla
del mar, en fincas, en azoteas…..
Y quienes pasean
por sus caminos entienden el mensaje: disfruta de cada paso, de cada detalle,
disfruta del paseo.
Y las
palabras que pronunció aquella tarde y la imagen de aquél cuadro con los elementos
que las inspiraron figuran en el comienzo de cada uno de sus caminos a modo de
invitación.
Y así es como
Fernando logró su objetivo de cambiar a personas de su familia, de su barrio,
de su ciudad y hasta del mundo entero.
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