Bajo el paraguas de dibujos
infantiles recorrí de nuevo el camino a mi colegio, con mis zapatos marrones de
la marca “Gorila” y mi uniforme azul de falda plisada.
Mi madre camina a mi lado
llevándome de la mano. Aún soy pequeña para ir sola. Tengo siete años.
El chirimiri golpeaba suave la tela del paraguas y el aire mecía mi
mente infantil llenándola de sonidos y olores. Sonidos cercanos de mis
compañeras del colegio cantando -el patio de mi casa es particular… cuando
llueve se moja… como los demás…-. El “zas”, “zas” de la comba, un poco húmeda
al rozar el suelo mientras una fila de niñas saltan sonriendo.
La pelota sobre la pared
donde pocas veces hacíamos canasta. La
campana que anuncia el comienzo de la clase de las tres de la tarde…El
constante “glup”, “glup” de los chapoteos de las alumnas más pequeñas, que
corriendo por los charcos se acercaban hacia la fila. La voz de Sor María Ojué
-¡Niñas! Cuidado de no resbalar…- con aquel tono musical que acariciaba
nuestros oídos.
Mezclando los sonidos con
olores de hierba húmeda de los eucaliptos, los pinos de nuestro jardín y los
dos sauces del centro del patio con sus tonos verdiamarillos, testigos
silenciosos de inocentes secretos.
La hiedra que cubre el
edificio, verde, brillante de algún metal mágico y valioso que irradian las
gotas de lluvia. Algún duende y alguna hada, que allí viven hacen conjuros
mágicos para que allí dentro seamos tan felices.
Olores a azúcar quemada del kiosco
de Lola haciendo pénjamos para que a
las cinco de la tarde estén templados y se alarguen al morderlos… manzanas
rojas y crujientes.
Bajo mi paraguas de dibujos
de castillos, imagino cuentos de princesas de largas trenzas rubias como las
mías. Mis leotardos marrones humedecidos, me hacen sentir frío en mis delgadas
piernas.
Camino hacia el edificio de
piedra y grandes ventanales férreos. Recorro los pasillos rosados y nácar hasta
el segundo piso. Mi clase se llama “Cid Campeador”, donde mi compañera Mercedes
me espera en nuestro pupitre de madera encerada.
-¡Vamos! Pequeñas, abrid la
enciclopedia por la página…- Dice la monja con un hilo de voz.
Miré los grandes ventanales
y las grises nubes se me antojaban como algodones dulces. Miré mi paraguas
colgado con los de mis compañeras en la zona de la entrada. ¿Qué poder mágico
poseían los dibujos de mi paraguas?... Regalo de mi padre….
-¡Mama! Vamos a buscar a
Nela-. La voz de mi hija desvanece mi siesta. Nela es mi nieta… Despierto con
su paraguas entre mis manos…
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