Siempre admiré ese cariño extremo que ciertas personas profesan por
algunos objetos, de tal manera que estos forman parte de ellos. Miranda era una
de esas personas, jamás se separaba de su paraguas, siempre quiso volar como
Mary Poppins, y se sigue emocionando al ver bailar a Gene Kelly en “cantando
bajo la lluvia”. El paraguas le libraba no solo del agua, también del sol que ningún
bien hacia a su blanca piel. No recuerdo ni una sola foto donde no tuviese uno
de sus paraguas, estuviera abierto o por el contrario cerrado y colgado de su
antebrazo.
Un solo día la lluvia la pilló
sin él, el día que yo la conocí, y fue mi viejo paraguas negro quién nos dio
cobijo a los dos. Hoy es nuestro aniversario y no podía regalarle otra cosa... en
la tela cosida a unas doradas varillas, le he hecho grabar una frase: “GRACIAS
POR OLVIDAR AQUEL DÍA TU PARAGUAS”
Marco me regalará un nuevo
paraguas hoy, es tan adorablemente predecible, nunca le dije que el día que me
conoció mi paraguas estaba guardado dentro de mi bolso.
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