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jueves, 14 de julio de 2016

Y AHORA ¿QUÉ? (Autora: JULIA ALVAREZ)

Llevaba dándole vueltas a ese interrogante varios días, porque la sensación de vacío que le aprisionaba el corazón no le permitía encontrar una respuesta. Después de vivir emociones intensas que nunca hubiera ni imaginado, ¿por dónde continuarían sus pasos?
Sentía bloqueada su mente, dormir le costaba. Parece mentira que un simple acontecimiento a los ojos de extraños, pero que había sido una meta alcanzada, de pronto hubiera dejado paso a una sensación inmensa de agujero negro que parecía estar fagocitando toda su creatividad, sus pensamientos, sus emociones. Era como una sima profunda, oscura,  tan vertiginosa que se le terminaban los calificativos. Y no sabía cómo afrontarla. Ahora, ¿qué?
Una y otra vez la pregunta martilleaba en su cabeza y le provocaba más angustia aún.
La vida a veces tiene la generosidad de regalar momentos maravillosos y vivencias intensas, que se comparten con afines a tus inquietudes y que incluso suceden de pronto sin buscarlos. Ese regalo es un gozo para la existencia, sobre todo cuando hace mucho tiempo vives rutinas que te hacen parecer un autómata, día tras día haciendo las mismas cosas, oyendo las mismas palabras, observando los mismos gestos, …. Cuando de pronto recuperas la cordura o quizá mejor dicho la locura de sentirte ser humano, de crear, de reír, de llorar y gozar. Pasan las jornadas y ese bullicio interior se va desgranando en palabras y charlas tan enriquecedoras que todo lo demás pasa a un segundo plano.
Y cuando crees que has llegado no a la meta, pero sí al menos a una pequeña victoria, regresa cual bofetada en la cara esa sensación de hastío y confusión. Hay que hacerle frente, lo sé. Hay que ponerse de nuevo en marcha y activar el cerebro y no permitirle que se deje llevar por la desgana, hay que obligarse.
Poner en marcha el saludable ejercicio de contar cuentos era una terapia que se había convertido en una necesidad. Juntar letras para componer frases y relatar experiencias o expresar deseos había vuelto a su vida cono una “enfermedad benigna” y no se podía permitir el lujo de sucumbir al desánimo y prescindir de su dosis de medicina terapéutica para sentirse viva. Eso era escribir.


Siempre dicen que no es saludable dejar los tratamientos, se corre el riesgo de una recaída aún más fuerte que la enfermedad en su estadio inicial. Esa recaída en su caso supondría la vulgaridad de los días sin sentido y no tener la válvula de escape de la escritura. Hay que obligarse y luchar, es como un mantra que se repite una y otra vez. Coger el bolígrafo y lanzarse en picado al desafío de la página en blanco. Al final siempre merece la pena…. O casi siempre. Esa era la respuesta. Ahora ¿qué? Ahora volver a sembrar de palabras e historias el campo de la vida.

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