Cuadro que sirvió de base a la inspiración de este relato
(Autora: de Eva Del Riego )
(Autora: de Eva Del Riego )
La noche ha mudado su territorio.
Hay notas en
el viento que traen alas.
Las alas se
devastan con el ruido de la respiración.
Inspiro,
espiro. Inspiro, espiro, el aire resbala
por el conducto que me lleva a la vida.
Necesito el
aire para respirar.
Si lo utilizo
para volar, no podré respirar.
Atrapada en la libertad, atrapada en el cuerpo, atrapada en
el pétalo de la rutina. En el estómago, un nudo de preguntas sin respuestas,
convocaba al propio encierro. No quería, no sabía, no podía coordinar los
movimientos de la mente con los sentimientos del cuerpo.
Libre de estar en mi
propia jaula. Libre de rozar la arena de cada día o libre de salir al desierto,
para perderme en mi propia soledad.
Pero…, sola en el
territorio fértil de la jaula abierta al roce de los otros. O…, sola en el
territorio hostil del último rayo. Sola con el aire que rodea la prisión. Sola
con el mismo aire que se respira fuera. Sola y sin saber quién soy. No me
reconozco ni con alas ni sin ellas. No sé quién soy. No sé qué quieren mis
alas. No sé hasta dónde me llevará este vuelo de días ya muertos. No sé hasta
dónde llegaré bajo la luz mortecina de esta prisión que es mi cuerpo. Solos
llegamos, solos nos vamos. Solos con la respiración, el aire nuestro único
territorio de búsqueda interior. Solo el
aire sujeta el hilo que mantiene la última respuesta.
No sé, no sé, no sé. Se me
agotan las palabras. Se me quedan pequeñas las alas. Se me obturan los
orificios por donde entra el aire, dejaré de respirar mañana. Entonces caigo en
la cuenta:
¿Es tan importante tener,
o ser, o poseer, o elevar mis desvelos por encima de mis alas, si la oscuridad
vendrá a darme al fin, el descanso que no me ha dado la luz?
Regalo mis alas, me pesan
tanto, que están destrozando mi pequeño cuerpo de insignificante criatura. El
viento me ha dejado agotada, ha luchado contra mis alas. ¿Para qué quiero unas
alas si aún desconozco la ruta de cada mañana?
Regalo unas alas. Se las
dono al viento que tanto ha envidiado sus volutas de silencio.
Necesito el aire para respirar.
Si lo utilizo
para volar, el viento me fagocitará.
La pintora EVA DEL RIEGO sostiene entre sus manos la acuarela con la que obsequió a la autora del relato
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