Hago un enérgico desayuno. No me van a sobrar las energías,
zumo, tostadas, café con leche y un par de huevos pasados por agua.
Empezaré por la línea 13. Me subiré al autobús y dejaré que
me arrastre por la ciudad, atenta, tras el cristal, a la rosa negra de su pelo,
a su caminar cansino, al brillo diamantino de los ojos que tantas veces rayó
los míos.
Le echo de menos a rabiar. Es un sentimiento visceral que se
define en blanco y naranja mientras apuro, con la cucharilla, la cáscara del
último huevo.
Me pongo el abrigo y el gorro, la bufanda. Busco los guantes
y me cuelgo el bolso. No friego los cacharros que he ensuciado, tal vez cuando
vuelva.
Tal vez, cuando vuelva, esté desganada y en vez de fregarlos
los tire, para que los laman las ratas, para que arrebañen las migas las
cucarachas, para que se den un festín los gusanos de las cloacas.
De camino a la puerta, compruebo cuánto dinero llevo en la
cartera. De las llaves voy despreocupada. Desde que te fuiste, ya no he podido
cerrarla nunca más.
Nunca más; no quiero pensar en eso. Nunca más es demasiado
tiempo hasta para mí. Nunca más es todas las cosas, es ninguna. Es absurdamente
definitivo, mediocre, mezquino.
Bajo las escaleras con los ojos bien abiertos, intentando
escupir por ellos ese nunca más que me atruena.
Veo el autobús parado en el
semáforo.
En breves segundos estaré subida en él y comenzará mi
periplo.
Me viene un eructo con sabor a zumo de naranja que hace que
se me llenen los ojos de lágrimas. Un transeúnte al verme, se apiada de mi. Se
lo noto en la mirada. Se preguntará por qué una chica como yo tiene los ojos
llenos de lagrimas en un día que aún puede ser prometedor. Se preguntará un
montón de tonterías más a medida que consume su camino y se responderá a ellas,
a la carta.
Llega el autobús y me subo.
Aprovecho la primera ocasión para sentarme y echando la vista a la
acera, me despreocupo de ancianos y tullidos. Me concentro, en lo mío: yo
busco, te busco, incansable, todos los días.
Esa es mi última misión y no me importa nada más.
Magnífica prosa poética urbana. El personaje es tan real que se nos hace cercano: gusta, un par de párrafos más y nos enamoramos de ella. Felicidades por el buen texto.
ResponderEliminar