Todas las noches
Eva se asomaba al brocal del mismo pozo para observar las estrellas.
Casi había
memorizado la posición de las constelaciones de tanto admirar la Vía Láctea,
como si fuera una astrónoma vocacional y el cielo su único destino.
Le sorprendió
escuchar voces provenientes del patio de la casa. Hacía años que nadie la
pisaba y el aroma a gardenias rojas había abandonado aquella finca que
perteneció a su familia de generación en generación. Pero aquella noche todos
habían vuelto y celebraban una fiesta como antaño, con guitarras y alegrías
perturbando la paz de la montaña. Al fondo, el mar, como un secreto.
La luna llena se
reflejaba en el agua como un pez trémulo de plata y a lo lejos Sagitario,
Venus, Casiopea, entre un rumor antiguo de sangre y panderetas.
Pudo escuchar,
no sin estremecerse, el discreto sonido de unos pasos que se acercaban al pozo
como si pidieran permiso. Eva se conmovió al contemplar de nuevo el rostro
orgulloso y moreno de Andrés, su amor, su amante. Las mismas cejas de ébano, el
perfil romano reflejado en el agua, verde y temblorosa, su aroma de nardo y de
jazmín.
―Eva,
¿por qué te marchaste? ¿Por qué nos dejaste, Eva? Perdóname mi amor. Te amaré
siempre, pero debo seguir mi camino. Mi vida es larga. Voy a tomar a Carmen por
esposa―susurraba
el hombre joven entre lágrimas. Lanzó al agua un clavel y volvió a la casa.
Todo permanecía
inmóvil otra vez. Trató de sobrepasar los límites del agua que contenía el pozo
pero una fuerza ambigua la retenía y la luna y las estrellas reflejadas se
deshacían entre sus dedos como escarcha maldita.
―Yo
que te amé más que nadie, yo que he vivido en un poema de Cervantes, en un
romance de Lorca, ahora no puedo salir de aquí. No puedo escapar, Andrés. Dame
tu aliento… Tal vez si alguien vuelve a escribirme y me dibuja…
El padre tapó de
nuevo la boca del pozo. La noche se volvió oscura como el vientre de una
alimaña. El agua era un frío témpano de plata.
Volvió al
interior nadando como una sirena verde
para refugiarse en sus sueños y dio la espalda al mundo, procurando, esta vez,
no caerse.
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